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Crítica: "Malos tiempos en El Royale", por Javier Collantes

Los espacios cerrados en las historias cinematográficas, ramificadas por el lenguaje del guión de un libro, ha sido referente de relatos claustrofóbicos, atmósferas segmentadas por el tiempo, el recuerdo, las decisiones de personajes que intentan encontrar una respuesta a su vidas. En definitiva, decisiones que determinarán un presunto destino.


A este ejemplo corresponde, en gran parte, Malos tiempos en El Royale, una historia con los condicionantes de un film potente en su forma de exponer un argumento que, aunque parezca exagerado, en su fuero interno nos habla de un país, una época determinada, su historia en recomposición de otros tiempos...


Un ensamblaje fílmico compuesto de suspense, humor, violencia, pecados, redención, poder, dinero... Una puesta en escena brillante y una ambientación sobresaliente para una historia que se eleva, narrativamente hablando, a medida que el metraje avanza, en un abrir y cerrar sensaciones secuenciales, con mucha fuerza en cada gesto y palabra de cada personaje.


Un tratado conciso del género humano. El director Drew Goddard nos cuenta la estancia de seis desconocidos, cada uno con su secreto, en un hotel que tuvo y tiene sus historias, un hotel entre dos estados (Nevada y California), un lugar con oscuros pasados en una noche de oportunidades para cambiar antes de que se presente una caldera infernal.


Con la desdicha de observar y ser observados, los protagonistas dilucidan su capacidad para restablecer su vida, en unos tiempos (1969) de total convulsión. Tarantino (Four Rooms), también los Coen, la estructura de Agatha Christie... el film queda construido con un enorme pulso en sus respectivos lenguajes cinematográficos.


Una estética kitsch de los 60, el ajustado recurso del flashback, la excelencia de una gran banda sonora con temas musicales del sello Motown o uno de Deep Purple... todo conjuntado ofrece un film de mucho nivel. No sólo entretiene, también otorga una reflexión en los participantes de esta aventura nocturna con un sobresalto estancial continuo.


Las interpretaciones refuerzan aún más su valor de alto calado. Jeff Bridges en otra gran interpretación, Dakota Johnson casi sublime, Chris Hemsworth y el resto de intérpretes componen un retablo cuyos diálogos son, en algunos momentos, memorables. Un trazado poderoso sobre la verdad, la ficción o la leyenda urbana con un final digno del mejor cine clásico.