El denominado cine de acción contiene, en algunos casos, la dosis suficiente para entretener. En otros suelen ser productos fílmicos de escasa categoría, pero efectivos a nivel comercial. Milla 22 pertenece a la cinematografía hecha para cumplir el cometido de relato bien realizado, trepidante y acondicionado para el público al que se dirige. Peter Berg ya ofreció títulos con una dirección impecable como El único superviviente, Marea negra, Día de patriotas... productos cuyos resultados cumplen su cometido: cine de evasión con sus lecturas de realidades patrioteras e incluso con connotaciones críticas de carácter político.
Ahora nos ofrece una historia sobre un experimentado agente de la CIA que es enviado a un país asiático para realizar una misión sobre actividades nucleares ilegales. Un funcionario local llega a la Embajada de Estados Unidos para intercambiar información sobre material radioactivo hurtado a cambio de trasladarle a Norteamérica, y el agente debe trasportarlo en una odisea de acción y violencia desde el centro de la ciudad hasta una pista de aterrizaje a 22 millas de distancia.
Con una pulso firme y certero, y un reparto con Mark Walhberg y John Malkovich en los papeles destacados, Berg filma una mirada de suspense y persecuciones con ritmo frenético, secuencias espectaculares para un thriller de traiciones, disparos, acción al máximo, escenas grandiosas con un estilo que no engaña, un film comercial presentable sin entrar en análisis ideológicos, un entramado de calles con una presentación digna y sin tregua alguna para el espectador.
Milla 22 tiene la premisa de ser proyectada en el mercado asiático, una historia de espías entre dominios mundiales a través de otras dimensiones, cuestiones nucleares y con unos personajes entregados a una suerte de coreografía digna del mejor cine oriental en una fusión muy aceptable de acrobacias y armas. Unas millas de cine neutro sin distancias, sin recovecos respecto a su destino, entretener y pasar una hora y media de pura evasión.