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Fuera de serie: "Manhunt: Unabomber", por María Buenaposada

'La verdad es que si alguien pudiese darme una pastilla que me hiciese normal y borrase estas preguntas, quizá me la tomaría... si fuese por decisión propia'. Esta cita no pertenece a un fragmento de un drama existencial shakesperiano, ni siquiera a un poema romántico de Lord Byron, se trata de una de las citas del personaje Ted Kaczynsky, alias Unambomber, en una de las últimas apuestas de Netflix sobre criminales que algún día existieron y fueron atrapados.


Estamos en pleno boom de las historias sobre asesinos en serie -si es que algún día han dejado de estar de moda-, y las plataformas lo saben. Hace menos de un año, una serie producida por Discovery se incorporaba a Netflix con la intención de ocupar el vacío que nos había dejado Mindhunter (David Fincher, 2017) y su Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI.

Esta producción, de 8 episodios, nos narra la historia de uno de los terroristas más buscados de Norteamérica durante la segunda mitad del siglo XX. Si eres seguidor de la cultura reciente estadounidense, su nombre te sonará ya que se ha usado como referencia tanto en literatura como en medios audiovisuales en numerosas ocasiones.


Manhunt: Unabomber relata el seguimiento de los últimos años de Ted Kaczynsky como personaje activo en la sociedad. De hecho (no es spoiler, se sabe desde el primer capítulo), el 3 de abril de 1996 fue capturado y, desde entonces, cumple cadena perpetua en una prisión de alta seguridad de Colorado. Desde 1978, y hasta un año antes de su detención, puso un total de 16 bombas en distintos lugares institucionales como universidades o sedes de aerolíneas (de ahí el nombre de Unabomber), lo que hizo que fuera el caso más costoso para el FBI durante aquellos 17 años.

¿Cuáles fueron sus motivos? Esta es la principal pregunta que inspira a los guionistas y donde reside el núcleo de la trama, así como la relación que establece el criminal con James Fitzgerald, el agente del FBI que fue la pieza clave para su detención. Si hay algo que deja claro esta serie es que Kaczynsky no se trataba de un demente con instintos sociópatas impulsivos, sus ideas eran muy claras y sus planes estrictamente premeditados. En su escrito más famoso, el denominado Manifiesto Unambomber -o como él quiso titularlo La sociedad industrial y su futuro-, expresaba su desacuerdo sobre la sociedad actual, el dominio de las máquinas y en lo que se ha convertido el ser humano gracias al avance tecnológico, es decir, una crítica fundamentada al capitalismo digna de cualquier filósofo contemporáneo.


'La revolución industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana, han aumentado considerablemente la esperanza de vida de aquellos de nosotros viviendo en países avanzados, pero han desestabilizado la sociedad, nos han hecho la vida imposible, han sometido a los seres humanos a indignidades, han desembocado en un sufrimiento psicológico extendido (…) y han infligido un daño severo en el mundo natural'. (Fragmento de La sociedad industrial y su futuro, escrito por Ted Kaczynsky y publicado en 1995).

Los personajes de James y Ted consiguen hacerse con el corazón del espectador y empatizar con la relación que evoluciona entre ellos que, a pesar de los papeles que juegan, en pocas ocasiones parece de rivales. Pero, sin duda, es Paul Bettany (Kaczynsky) el que se lleva la palma. Su interpretación es severa y consigue convencerte, te pones de su lado porque lo que ves en él es real, no hay nada artificial. Por su lado, Sam Worthington (Fitz) realiza un evidente esfuerzo por interpretar las vicisitudes de un agente federal que siente admiración por los ideales de un asesino, pero en ocasiones se le queda corto, no logramos percibir cuál es su verdadera opinión frente al delincuente, cual es su posición en la historia aunque a su favor, diremos que mejora según van avanzando los episodios.


Jim Clemente, Andrew Sodroski y Tony Gittelson, como creadores de la serie, han dejado claro desde el principio que se han permitido ciertas licencias a la hora de crear a los personajes. No obstante, los hechos presentados son verídicos y el propio James Fitzgerald sirvió de ayuda en la escritura del guión lo que le otorga un atractivo añadido. La serie propone un enfoque distinto al desarrollo de un terrorista en la sociedad y, de la misma manera, de las fuerzas de seguridad. La escasa presencia de acción es algo que llama la atención, y se agradece al mismo tiempo. Destaca el planteamiento de lo que ocurre dentro de la mente de un criminal y, en especial, el desarrollo ordinario de sus ideas y pensamientos.