Esta película, por llamarla de alguna manera, está compuesta de dos secuencias: la primera entre dos personajes en un coche, la más interesante, y está justo antes de los títulos de crédito iniciales; la segunda, en una misma localización, el salón de una casa de citas, en el que se alternan los siete personajes involucrados.
Lo peor no es que se trate de 'teatro filmado' en una sola localización y en tiempo real, características que podemos encontrar en filmografías de Alfred Hitchcock y Roman Polanski de excelente calidad, lo peor es que se trata de una absoluta nadería que parece que lo único que busca es hacer perder el tiempo al sufrido espectador y, de paso, también su paciencia.
Los diálogos se suceden con una absoluta ignorancia de conceptos como argumento, dramaturgia y hasta de sentido común. Se supone que estamos ante una comedia, de hecho, intérpretes como Pepón Nieto, Hugo Silva, Rossy de Palma o Salva Reina suelen tener en la comedia su punto fuerte, pero, en este caso, no pueden o no les han dejado desarrollar sus cualidades como han demostrado en otras ocasiones.
Los diálogos y situaciones entre los personajes carecen, no sólo de gracia, sino también de sentido, llegando a un presuntuoso final, pretendidamente emocionante, en el que uno de los personajes derrama sus lágrimas en un alarde de desfachatez creativa.
El reiterativo nombre de su director, Ignacio Nacho -desconozco si es real o artístico-, nos deja boquiabiertos con su falta de pericia en la escritura y realización de una 'pretendida' comedia rotundamente fallida y prescindible. Este director ha escrito y dirigido, en 2014, el cortometraje Mobiliario urbano, en el que demuestra una mayor pericia y cuya duración, 4 minutos, se echa de menos para El intercambio.