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Crítica: "El hombre que mató a Don Quijote", por Javier Collantes

Uno de los genios de la literatura mundial, Miguel de Cervantes, y su gran obra literaria, Don Quijote, han sido protagonistas de cine en infinidad de versiones, incluyendo el musical o la animación, con diferentes puntos de vista, por lo general interesantes, en las miradas fílmicas de Welles o Gutiérrez Aragón y con la interpretación de actores como Fernán Gómez, Cantinflas o Juan Luis Galiardo, llegando a latitudes como la cinematografía rusa, lo que habla de su universalidad.


Terry Gilliam acumula una trayectoria llena de intensidad y carácter, incisiva y atronadora en la totalidad de sus temáticas, con títulos como El rey pescador, Miedo y asco en Las Vegas, Brazil o Las aventuras del Barón Munchausen. El también Monty Python retoma, más de 20 años después y después del documental Perdido en La Mancha -tras ganar los derechos-, su proyecto visionario, en una puesta a punto directa, sobre el más ilustre y caballeresco Hidalgo de nuestra literatura.


El hombre que mató a Don Quijote retoma la idea, la desarrolla y la explaya para ofrecer una obra cinematográfica desmesurada, loca y apasionante sobre el poder de la razón y el idealismo de la conquista de los sueños. Gilliam vuelve a ser Gilliam, coherente en sus conceptos y delirante en su argumento, un director de publicidad que vuelve a un pueblo donde rodó, cuando era estudiante, su primera película, una forma de bucear en su propio pasado para lograr reconducir de nuevo su futuro.


La sorpresa del descubrimiento de una localidad que cambió la vida de sus habitantes trastoca, sin ser consciente, la visión de si mismo. El zapatero que interpretó a Don Quijote en aquel proyecto iniciático, que se cree el mismísimo caballero de la triste figura, le invita a tomar las riendas de su vida tomando la determinación surrealista de convertirse en el fiel 'escordero' Sancho Panza y entrar en un terreno de espacio-tiempo tan alucinante hecho a imagen de la idea que había concebido.


Sobre este relato, Gilliam construye en El hombre que mató a Don Quijote una historia del cine dentro del cine condensando el romanticismo y la aventura del quijotesco espíritu cervantino, una odisea sobre la consecución de su perspectiva de vida, el ritmo frenético de unos recuerdos que vapulean la corrección establecida. Contundente en sus puntos de vista, esta película contiene fidelidad, exagerada sí, pero necesaria, cuyas imágenes denotan la profundidad de campo.


Con una espléndida banda sonora de Roque Baños, guiños a la esencia de otras películas, El hombre que mató a Don Quijote es una bofetada al pragmatismo y conservadurismo del cine que se suele ver en la actualidad. Jonathan Price, Adam Driver, Olga  Kurylenko, Sergi López, Rossy de Palma, Jordi Mollá... en unos registros (des)equilibrados, conforman un magnífico reparto en esta maravillosa visión sobre el caballero andante. En un lugar del cine, de cuyo nombre sí quiero acordarme, molinos de viento y gigantes, pantallas e historias.