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Crítica: "La forma del agua", por Javier Collantes

El director, productor, guionista y escritor mexicano Guillermo del Toro, seguidor de los 'monstruos', de la magia fantástica y los cuentos de hadas en la literatura y el cine, presenta en su filmografía una prevaleciente estética gótica y tonos oscuros así como cierta incomprensión hacia sus personajes por parte de una sociedad injusta y sectaria. Sobre estos elementos, son muchos los títulos que conservan este espíritu.


Cronos, Mimic, El espinazo del Diablo, El laberinto del Fauno... Con gran éxito de crítica y público, y fiel a sus ideas a la hora de narrar sus historias, su última producción, La forma del agua, film nominado a 13 Oscar y León de Oro en Venecia, construye un relato homenaje al cine de los 40 y 50 en base a las películas de serie B y una versión acuática de la película La mujer y el monstruo, el sello de las criaturas de la Universal...


Del Toro relata, con cierto barroquismo, una metáfora de la sociedad y su relación con los seres aislados, marginados, dejados... de todo. La forma del agua cuenta un relato que se desarrolla en un laboratorio de la Norteamérica del año 1963, en plena guerra fría con la Unión Soviética, donde una empleada de la limpieza descubre un hombre anfibio, sobre el que experimentan e investigan.


Ella, una compañera y un amigo serán testigos, durante el metraje de esta fábula-cuento, de dicho acontecimiento y donde una historia de amor se fragua entre la chica de la limpieza muda y el hombre pez. Con dicho argumento, el film nos habla y nos conduce a la vida de tres personas olvidadas por sus condiciones: una mujer con discapacidad, un hombre por su condición sexual y una mujer por su raza negra.


Esta historia de seres rechazados y vapuleados por sus condiciones saca a la superficie un relato sobre las injusticias y el ser distinto. A partir de aquí, la película desarrolla las bases sociológicas de unos tiempos pasados y un carácter actual con muchas lecturas. La forma del agua es, posiblemente, el mejor trabajo de Guillermo del Toro desde una mirada con prisma multidisciplinar.


Una buena banda sonora, una construcción artística, una fotografía muy acertada... Sin llegar a ser una obra maestra, a mí no me convence, sí es una buena película. Creo que el nivel del reparto interpretativo es muy superior al guión, una especie de ejercicio sobre el amor al cine con continuos guiños a lo largo de su metraje. Sin atraparme, destila una dosis de presunta 'obligación' para emocionar.


Secuencias logradas y otras con agujeros incluidas, La forma del agua me parece sensiblera por momentos, un cuento ilustrado de buenas intenciones cuyo contenido es superior al continente gracias a los silencios, el dolor, el romanticismo y la tristeza, formas de quién sabe rodar con un gran nivel. Ni me emociona, ni me satisface, por instantes me aburre y, en otros, me convence, pero en su totalidad me deja fuera del 'agua'. Una forma y algún fondo, no lo veo, no lo siento.