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Crítica: "Garabandal, solo Dios lo sabe", por Paco España

En la localidad cántabra de San Sebastián de Garabandal se produjeron, entre junio de 1961 y noviembre de 1965, una serie de acontecimientos que unos entienden por apariciones marianas y otros por sugestiones colectivas. Han pasado muchos años desde entonces y ni la Iglesia católica, cuya posición ha sido sistemáticamente ambigua, ni los grupos de detractores han podido arrojar claridad sobre ellos. La finalidad de estas líneas no es analizar la veracidad de los hechos que se narran sino los valores cinematográficos que atesoran, y la conclusión a la que se llega a pocos minutos del inicio de la proyección, y que se consolida con el paso de los mismos, es que es una película tremendamente mala, realizada con una impericia notable.


Posiblemente, la mirada fervorosa hacia las imágenes de la pantalla pueda hacer que su calidad mejore, pero ante un análisis imparcial, carente de subjetividad, no puede escapar su horrible guión, mucho más pendiente de relatar una sucesión de hechos que de profundizar en los personajes y en sus sentimientos. Tampoco pueden pasar desapercibidas las grandes carencias interpretativas en todos los componentes del reparto. No se les puede negar la voluntariedad, pero es evidente su insuficiencia. Además, la película es abundante en primeros planos, con lo que sus trabajos quedan aún mas en evidencia. Se dice que cualquiera puede ser actor o actriz, y esta película demuestra la falsedad de tal aseveración.


Ni la fotografía, totalmente plana y carente de matices; ni la desastrosa realización, con abusos de ralentís y planos con drones innecesarios; ni los movimientos de cámara impropios de un profesional de la imagen, con encuadres y planos sin ningún sentido narrativo, pueden mejorar el conjunto. Esta película reúne un completo catálogo de cómo no se debe hacer una película. Pase porque tiene bajo presupuesto, rodada en solamente 27 días, pero aún así, se debe exigir un trabajo más riguroso para no faltar al respeto al espectador ni a la intensidad de los sentimientos que las personas que vivieron aquellas experiencias. Algo que no parece haber tenido en cuenta su director el joven norteamericano Brian Alexander Jackson.


A sus 24 años, habiendo pasado por diversos episodios de alcohol y tráfico de drogas, tuvo una visión en una salida con amigos, tres días antes de año nuevo, cuando desde su coche se vio a si mismo y a una nube blanca que le decía 'te quedas corto en la gracia de Dios' (catholic.net), momento a partir del cual decidió iniciar su carrera sacerdotal. Siempre es agradable ver una sala repleta como fue el caso, y la satisfacción de parte de la audiencia con una tímida ovación al finalizar la proyección, pero, dado el resultado final, es muy recomendable que los participantes en ella, dada la juventud de buena parte de ellos, se formen adecuada y exhaustivamente si pretenden continuar por este camino.