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Crítica: "Thi Mai, rumbo a Vietnam" y "Most beautiful island", por Paco España

Resulta sorprendente que una comedia como Thi Mai, rumbo a Vietnam se sustente en la tragedia que supone la muerte de una joven en accidente de tráfico y que abre la película. Poco después del luctuoso suceso, la madre se entera de que a su hija le ha sido concedida la adopción de una niña vietnamita y decide ir para allá en calidad de abuela. En este punto, el perplejo espectador tiene que aceptar pulpo como animal de compañía para poder tener una continuidad lógica en su visionado.


Pero es que son muchas veces las que hay que aceptar el pulpo, incluso el tiburón o el león de la sabana como compañía. Un argumento tan al límite como en este caso solamente es posible gracias al estupendo trabajo interpretativo de las actrices: Carmen Machi sostiene una emotiva tozudez, Adriana Ozores los gags de corte más cómico y Aitana Sánchez-Gijón la amistad más racional.


Sin desdeñar, por otro lado, el buen trabajo como serio contrapunto de Pedro Casablanc y Eric Nguyen. Dani Rovira no es más que un ornamento para cerrar uno de los giros más increíbles e inauditos de la cinta. Patricia Ferreira, responsable de dramas tan interesantes como Sé quién eres, El alquimista impaciente o Para que no me olvides, presenta esta comedia para espectadores con muy pocas exigencias.


Este mismo fin de semana, y contando como en la película anterior con una mujer en la dirección, se estrena Most beautiful island, de Ana Asensio, conocida en Cantabria por ser la protagonista de Foxy Lady, cortometraje dirigido por Álvaro Oliva y protagonizado por ella misma y Nacho Vigalondo. En esta ocasión, la actriz, que además de protagonizarlo lo dirige, escribe y produce, presenta una más que digna historia de una joven española que intenta ganarse la vida en la gran manzana.


Empleos poco agradables y mal remunerados, mujer anuncio, cuidado de niños insoportables... hasta que una compañera le ofrece la posibilidad de ganar una cantidad importante en una noche y de manera honrada. La puesta en escena naturalista en su color y cámara en mano de la primera parte se torna entonces austera, oscura e inquietante, al más puro estilo Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick.


Una estimulante película, de apenas ochenta minutos, que pasará a engrosar las frecuentes listas que elabora Pelayo López, en este mismo espacio, sobre los numerosos títulos que, lamentablemente, no llegan a estrenarse en nuestra región.