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Crítica: "Perfectos desconocidos", por Paco España

Parece que Álex de la Iglesia está recuperando el pulso que ya apuntaba en El Bar. Después de una larga sucesión de títulos que brillaban casi exclusivamente por su puesta en escena (Balada triste de trompeta, Las brujas de Zugarramurdi, La chispa de la vida, Mi gran noche), nos volvemos a reencontrar con un director que sabe contar una historia con ritmo y acierto, conservando su elegancia de siempre.


Perfectos desconocidos nos presenta una reunión de cuatro amigos de mediana edad, tres de ellos con su pareja, sentados alrededor de una mesa con ganas de tirarse los trastos a la cabeza entre si. Entonces una de las comensales tiene una idea para un 'divertido' juego, colocar los móviles en el centro de la mesa y cualquier mensaje, whatsapp y llamada será compartida por todos. Lo que sucede a continuación es un cúmulo de situaciones imprevisibles, tan privadas como humanas.


Con la estructura de una obra teatral, ya que la mayor parte de la acción tiene lugar en al apartamento que alberga la cena y su correspondiente terraza, la película tiene un ritmo vertiginoso que no da descanso. Cuando la acción va por un camino, una nueva llamada o un nuevo mensaje da un giro con otras consecuencias inesperadas, que van de lo cómico a lo trágico sin margen para el más mínimo aburrimiento.


Los siete intérpretes que se hacen cargo de esta historia son Eduard Fernández, Pepón Nieto, Belén Rueda, Juana Acosta, Eduardo Noriega, Ernesto Alterio y Dafne Fernández. Todos tienen un peso específico similar en la función, por tanto sería injusto apuntar quien está mejor y quien peor, por lo que queda al gusto de cada espectador qué trabajo interpretativo prefiere.


La película incide directamente en una de las características del mundo moderno: esos aparatitos que todos llevamos en los bolsillos y que, en un principio, servían para comunicarse con los demás y, ahora, para muchas otras cosas, incluso para albergar nuestras almas y lo más secreto de nuestras vidas privadas, de ahí la angustia que nos aflige cuando lo perdemos o amigos de lo ajeno se lo adueñan. No se trata del dinero perdido lo que nos preocupa, sino a qué manos irá a parar parte de nuestra alma individual y, si eso sucede con personas de nuestro entorno más cercano, el delirio será más grande. 


El mayor acierto de la película es ese toque de atención sobre los smartphones y, por eso, uno de los personajes se toma cumplida justicia con el suyo. Perfectos desconocidos es entretenida y reflexiva, disfrutas de un rato agradable y te hace pensar cuando lo primero que haces al levantarse la butaca es mirar en el aparatito los mensajes pendientes. Y yo pienso: '¡Que contento estoy con mi sillyphone de última generación¡'.