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Crítica: "Liga de la Justicia", por Pelayo López

Batman V Superman: el amanecer de la Justicia resultó, para muchos, un despropósito desproporcionado, pero también se convirtió en el anticipo de lo que estaba por llegar, el despertar de una nueva franquicia DC que pretende hacer sombra al multiverso Marvel y que, sin embargo, suelta lastre renegando de sus propias virtudes, mucho más motivadoras que las de la competencia, para intentar emular la incontestable (y quizás inimitable) fórmula del éxito de su rival gráfico.


Liga de la Justicia se convierte, a todas sombras, en un auténtico caos. A todas sombras porque, curiosamente, parece que los propios ideólogos de la conversión cinematográfica confunden la oscuridad de tramas y personajes al traducirla, básicamente, en escenarios y acciones que resultan un pastiche desenfocado y falto de continuidad digno de todo menos de la épica que rezumaron en su momento cineastas como Zack Snyder o Joss Whedon, un infiltrado exMarvel ahora DC.


Y eso que el inicio promete. Gotham cobra un protagonismo lamentablemente breve como marquesina urbana que merece una mayor atención; la escena inicial de presentación musical, con el tema de Sigrid Everybody knows, se reivindica en la estela mix de canciones 'bondianas' como Skyfall, de Adele, o You know my name, de Chris Cornell-; Ben Affleck ejerce de líder en la conformación del núcleo duro del auténtico club de superhombres y superhéroes por excelencia...


Motivado por la fe que había recuperado en la humanidad e inspirado por la acción altruista de Superman, Bruce Wayne recluta la ayuda de su nueva aliada, Diana Prince, para enfrentarse a un enemigo aún mayor, un villano que se alimenta de la desesperanza humana. Batman y Wonder Woman se mueven rápidamente para reclutar un equipo de metahumanos y combatir esta nueva amenaza apocalíptica llamada Steppenwolf que pretende reunir las tres Cajas Madres para absorber, literalmente, el néctar de Gaia.


Sin entrar en profundidad en comentar un argumento que resulta megalítico en su concepto y un tanto vacuo en su remate, buena parte del interés se concita en torno al despertar o no en modo Frankenstein de Superman. ¿Sí, no? Al margen, encajar formas de ser y egos no resulta fácil. Entre recelos y atracciones, el proceso de reclutamiento nos ofrece momentos 'comedy talent' de Spiderman versión Flash, 'hater' de Aquaman, AI de Cyborg y fascinantes de Wonder Woman.


Inspiradísima la tensión entre Batman y Wonder Woman, el empoderamiento de esta superheroína, que ya cabalga en solitario con mejores críticas, se acompaña de una puesta en escena conservando la brillante partitura musical de su 'solo', pero, sin embargo, llama la atención la palpable evidencia de las miras de sus planos desde la retaguardia o haciendo volar las tablillas de su 'short' falda. Ella lo vale, independiente de su ceñido look, por su alma, corazón y vida... y todos los sabemos.


Esta liga sin precedentes puede que llegue demasiado tarde. Particularmente, dada mi manifiesta devoción por el hombre murciélago, confío en que vuele en solitario y pueda desplegar su verdadero potencial, lejos de Kent pero cerca de Diana. La cosa podría prometer. Por el momento, al finalizar el visionado, todo es levantarse de la tumba, digo de la butaca, con la esperanza de pinchar a todo volumen el Born to be wild del verdadero Steppenwolf.