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Crítica: "La librería", por Paco España

Desde el punto de vista formal, La librería es una película exquisita. La recreación de una pequeña villa inglesa costera de mediados del siglo XX es simple y llanamente magnífica. Tanto los interiores como los exteriores, impregnados de esa dejadez tan británica, llena los planos de una belleza tan decadente como atractiva. También los distintos personajes están bien retratados, todos con una flema británica casi asfixiante.


Destaca la labor de su protagonista, Emily Mortimer (Match point, Querido Frankie, Shutter Island), y de los dos antagonistas ideológicos interpretados por los siempre soberbios Patricia Clarkson (Lejos del cielo, Retrato de April, The station agent) y Bill Nighy (Love actually, Pride, Una cuestión de tiempo). Pero, si todo lo anteriormente relatado está a unos niveles de calidad tan elevados, ¿por qué la película no termina de resultar?.


Como espectador puedes comprobar que las imágenes son prácticamente perfectas y las interpretaciones impecables, pero hay algo que no funciona, que mantiene al espectador alejado de la historia, que no permite que este ejerza la empatía necesaria para conmoverse con unas situaciones que debieran producirla en abundancia. Son lejanos ya los tiempos en los que los personajes de Isabel Coixet llenaban al espectador de emoción, tal era el caso de Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mi o La vida secreta de las palabras, e incluso A los que aman.


Pero, pasado este brillante periodo, nos encontramos con propuestas bastante más insustanciales como Elegy, Mapa de los sonidos de Tokio, Ayer no termina nunca o la simpática Aprendiendo a conducir. Llega una cierta recuperación con Nadie quiere la noche y La librería, pero la capacidad de emocionar, en esta última, es inversa a la calidad de su puesta en escena, justo lo contrario a lo que ocurría en sus primeras películas.


Las conversaciones son frías y, en muchas ocasiones, impostadas. Los diálogos son difíciles de creer por esos mismos motivos y hay alguna secuencia que no debiera existir por carecer de toda finalidad dramática. Sin embargo, podemos rescatar tres magníficas: la que dibuja la atracción romántica entre los protagonistas junto al mar, la violenta discusión entre los antagonistas y otra en la playa con la novia del periodista de la BBC.


El tema no es nuevo. Se trata de la lucha por parte de cierta clase social poderosa para mantener a la población en la mayor ignorancia posible, porque abrir sus mentes, mediante libros en este caso, resulta inapropiado y probablemente contrario a sus expectativas económicas. La librería es una película de ritmo considerablemente lento, parcialmente fallida, pero que abre una grieta de esperanza a la recuperación de los mejores momentos de esta realizadora catalana.