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Crítica: "Señor, dame paciencia", por Paco España

Si tienes algún conocimiento previo de esta película antes de acudir a verla, no te va a defraudar ni tampoco te va a engañar. Te va a dar justo lo que esperas de ella: una serie de gags de perfil bajo, en el ingenio y en la gracia, llenos de tópicos patrios sobre la homofobia, el racismo, el conservadurismo, el independentismo, el barcelonismo y el madridismo. 


Es posible que sean demasiados 'ismos' para una sola sesión de cine, pero todos se meten en la coctelera y tras unos convenientes meneos, es lo que tenemos. La realización es atractiva, con grandes planos abiertos y otros aéreos de la costa andaluza de Sanlúcar de Barrameda y la desembocadura de Guadalquivir en verano, intercalados con primeros planos de actores y actrices para captar el trabajo de interpretación, del cual la película no está sobrada. 


Se nutre de profesionales conocidos mayoritariamente por sus trabajos en series de televisión muy populares, como es el caso de su protagonista Jordi Sánchez, el cual ha tomado un determinado estereotipo de personaje que le está funcionando, aunque no puedo olvidar aquellos papeles dramáticos de tanta calidad en El porqué de las cosas (1994), de Ventura Pons, y, sobre todo, En la ciudad (2003), de Cesc Gay, aunque ya un tanto alejados en el tiempo.


Ahora su popularidad viene de La que se avecina, lo mismo que Silvia Alonso, Salva Reina de Allí abajo, Megan Montaner de La embajada y El secreto de Puente Viejo, Eduardo Casanova de Aída -que recientemente hemos descubierto como realizador en la película Pieles-. A ellos se suman el humorista David Guapo y el modelo Andrés Velencoso.


Lo cierto es que el elenco está lleno de rostros muy familiares para el espectador televisivo, pero el trabajo interpretativo no sobra, por eso son de agradecer las breves intervenciones de Rossy de Palma, Paco Tous y, sobre todo, de ese miembro de la 'meretérica', como diría ese gran filósofo contemporáneo Chiquito de la Calzada, interpretado por Antonio Dechent, que sube el nivel en sus dos únicas secuencias.


La película presenta una serie de conflictos en la familia protagonista que, como no puede de otra manera, se van arreglando con asombrosa facilidad. Me produjo en mismo efecto que los cortometrajes que esta realizando una la marca estrellada de cerveza -La vida nuestra, Las pequeñas cosas o Vale-, pero con una duración multiplicada por seis. En definitiva, un producto veraniego que no molesta ni engaña, ideal para verlo en buena compañía.