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Crítica: "Colossal", por Paco España

El cine de este director cántabro tiene la virtud de impregnar todos sus trabajos con su propia personalidad. Es muy difícil ver un plano de cualquiera de sus películas y no identificar, de inmediato, a su realizador. Las características más importantes son la originalidad y la absoluta falta de previsibilidad de sus planteamientos. Se podría decir que Vigalondo establece un juego en el que plantea unos códigos y el espectador, si los acepta, podrá jugar y reflexionar sobre lo que está viendo y, si no lo hace, se encontrará fuera de lugar y le costará mucho trabajo, probablemente infructuoso, entrar en lo planteado. 


Este esquema no es nuevo, ya que el director viene trabajando con él desde que comenzó su trayectoria. Ya lo vimos en los cortometrajes 7:35 de la mañana, en el que una amenaza de atentado se mezclaba con un estrafalario musical; en Marisa, un pequeño trabajo para Notodofilmfest en el una mujer se convertía en otra al ocupar el metro cuadrado contiguo... y, por supuesto, en sus largometrajes.


En Los cronocrímenes se juega con el espacio-tiempo; en Extraterrestre con la influencia de una gran nave sobre la ciudad y el pequeño grupo de personajes protagonistas; en Open windows toda la acción avanza a través de las pantallas de dispositivos informáticos; y, ahora en Colossal, se juega con la teoría del efecto mariposa que agita las alas y causa un huracán en el otro extremo del mundo. 


Colossal comienza con la espectacular aparición nocturna de un ser gigantesco y monstruoso en un parque de Seúl. Inmediatamente, la acción se adelanta 25 años y nos sitúa en el presente, en el que una joven –magnífica Anne Hathaway- atraviesa dificultades de pareja, en parte por su adicción al alcohol. Esta ruptura le lleva a trasladarse al pueblo en el que creció y donde se reencuentra con relaciones de su niñez y con un pequeño parque infantil, que años atrás fue testigo de un acto de maldad infantil que agitó las alas de la mariposa.


Las reglas del juego están presentadas sobre la pantalla y la credibilidad no puede ser un elemento sustancial en la partida, pero la fantasía sí debe serlo. Tanto la realización como la resolución son valientes y consecuentes con lo anteriormente mostrado, a lo que se añaden unas interpretaciones de sólida calidad. Los efectos están supeditados al argumento y no al revés. Un producto cinematográfico muy entretenido, pero además nos plantea cuestiones importantes y nos da motivos para la reflexión.