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Crítica: "Alien: Covenant", por Javier Collantes

Un género cinematográfico-literario como es la denominada ciencia-ficción concurre de nuevo en pantalla a través de sus respectivas narrativas, una serie de sorpresas en su guión y, en general, la construcción de una historia verosímil o inverosímil cuya repercusión, en su resultado final, es aún mayor en todos sus aspectos. Ahora nos llega una precuela de Prometheus, homenaje a una gran película que sentó las bases de este género fílmico sobre un nuevo lenguaje y un aspecto visual: Alien (1979).


La original rompió los cánones establecidos con una novedosa, eficaz y asombrosa historia en torno a la que, quizás, trascurrirá mucho tiempo para poder ver otra obra maestra de la ciencia-ficción sin aditivos ni colorantes. Ahora, Ridley Scott nos invita a una nueva aventura del terror más gore, sangriento e impactante en la nave colonial Covenant, rumbo a un lejano planeta, presuntamente un paraíso, cuando la realidad se impone en un mundo oscuro y peligroso cuyo habitante es un superviviente de la anterior expedición. 


En un ejercicio sobre civilizaciones perdidas, filosofía y creencias, este film se distribuye hacia el efecto de la batalla cibernética, el sueño 'encontrado', para realizar un tratado del cine comercial con sentido de la efectividad y con escasa carga de profundidad en un guión más o menos elaborado, fácil en su conjunto, cuyos diálogos quedan en el espacio inferior, sin equilibrar su acción y unos personajes que deambulan de forma estática, sin mostrar casi nada, en una misión cinematográfica que se encuentra a años luz de su primer octavo pasajero.


Aquí, sin sorpresa, simplemente la llegada de otra aventura, otra continuación con objeto de desvelar algo para decir de nuevo, una apuesta de cine sin sorpresa, inferior a su anterior film-morfo. Su capítulo más destacado recae en sus intérpretes: Michael Fassbender y el resto del reparto muy notable. Una incursión de cine sideral con vacíos en diversos tramos del mismo, por momentos aburridos y en otros trascendentales, para llegar a conclusiones sin peso específico en su entramado final. Un nuevo viaje sin mayor aportación al séptimo arte. ¿No estamos solos en el espacio? O si estamos en otro lugar...