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Crítica: "Amar", por Paco España

Tras una larga carrera de doce años dirigiendo cortometrajes, Esteban Crespo (Lala, Nadie tiene la culpa) ha dado el salto al largometraje con un trabajo que hace referencia a sus orígenes, los cortometrajes Siempre quise trabajar en una fábrica y Amar, ambos de 2004 y protagonizados por Aida Folch y Alberto Ferreiro. Tras el espaldarazo recibido con el Goya y la nominación al Oscar al mejor cortometraje de ficción por Aquel no era yo en 2013, retoma el pulso narrativo, que parecía perdido en el corto La propina, y dirige esta historia de intenso amor iniciático que también escribe.


Amar comienza reproduciendo la situación del cortometraje Amar entre los títulos de crédito iniciales y la aparición del título de la película en la pantalla, en la que una pareja de jóvenes adolescentes enamorados tienen una relación sexual poco común. En una edad en la que realidad se mide en términos absolutos, asistimos al progreso de esa relación.


Grietas en forma de embarazo no deseado, las dudas sobre el presente y el proyecto de futuro, las influencias tanto de amigos como de familiares y los celos ponen a prueba la relación y nos introducen en terrenos de Siempre quise trabajar en una fábrica, donde los escarceos amorosos, junto al cuarto de máquinas de un ascensor en la comunidad de vecinos, se mezclan con los deseos de tener un empleo y salarios estables para consolidar la relación. 


En uno de esos momentos, los personajes dicen 'poder hacer el amor en nuestra cama sin que nadie nos moleste' como cenit de su felicidad, sin darse cuenta de que la misma está donde ellos están ahora. Las dudas que se adhieren a los dos personajes principales se tornan dilatadas y reiterativas mediada la película, parte en la que se flirtea con la idea del trastorno psicológico por amor desbordado.


Esteban Crespo trabaja con los jóvenes desconocidos María Pedraza y Pol Monen como protagonistas, que realizan un trabajo encomiable y expuesto, a pesar de la carencia de química entre ambos. Para los papeles de soporte aparecen nombres con tanta calidad como Nacho Fresneda, Gustavo Salmerón, Antonio Valero, Marta Berenguer y Sonia Almarcha.


Aunque destacan, de manera especial, Natalia Tena, como desorientada madre de la protagonista (10.000 Km) y Greta Fernández (La próxima piel), como amiga experimentada. Esta joven actriz es hija de Eduard Fernández y la veremos con asiduidad en breve tiempo dada su calidad. Esteban Crespo ha demostrado que sabe enfrentar a un proyecto de esta envergadura, aunque el tempo narrativo sigue muy pegado al cortometraje, pero un largometraje es otra historia a la que se tiene que adaptar.