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Crítica: "Jason Bourne", por Jesús Caro

El auténtico Bourne, el original, está de vuelta. Matt Damon retoma su personaje más exitoso al cumplirse dos de las condiciones que éste puso al estrenarse la tercera entrega de la saga: tener una historia interesante que contar y volver a trabajar con el realizador Paul Greengrass. Quizá el guion no es muy novedoso que digamos, pero sí resulta interesante y sirve de excusa para disfrutar de un film de acción de primer nivel.


El pretexto de esta nueva entrega es la omnipresente era digital: la importancia de la información, las amenazas globales, las conspiraciones gubernamentales y los ataques cibernéticas (las redes como instrumento del 'Poder' para vigilar y espiar a la población, eso sí 'por nuestro bien'). Mientras, en lo referente al personaje de Bourne, continúa igual de atormentado por su pasado, con sus lagunas de memoria y recuperación de recuerdos según los acontecimientos lo requieren (Matt Damon sigue demostrando que el papel le queda como un guante). 


Entre las nuevas bazas con las que cuenta esta quinta entrega de la saga destaca el plano actoral: los oscarizados Tommy Lee Jones y Alicia Vikander con más que correctos trabajos y el internacional Vincent Cassel como un villano tan perturbador como letal. El film peca de repetirse, tanto en momentos concretos de la trama a lo secuela "El mito De Bourne" como a alguna secuencia de acción vista con anterioridad en capítulos anteriores, pero se redime con sus señas de identidad.


La cinta es trepidante, las persecuciones son espectaculares, hay muy buenas escenas de peleas cuerpo a cuerpo marca de la casa, el ritmo narrativo es endiabladamente rápido y la ejecución tras la cámara de Paul Greengrass en semejante festival pirotécnico es magistral y brillante. "Jason Bourne" es una película que no engaña, un entretenimiento absolutamente disfrutable, potente con una acción que parece no tener fin.