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Crítica: "Money Monster", por Javier Collantes

La presencia a nivel de dirección de la actriz Jodie Foster, en principio, otorga un alto nivel de confianza. Una gran intérprete que ya sorprendió en su momento con grandes papeles como "Taxi Driver" o "El silencio de los corderos", trabajos que han pasado a la historia del cine, ha trasladado su mirada detrás de las cámaras en labor de directora en películas distintas y quizás menos comerciales: "A casa por vacaciones", "El castor" y "El pequeño Tate", en mi opinión, el mejor de los tres títulos anteriores.


Ahora, en su cuarto proyecto como realizadora, Foster nos presenta un film con dos pesos pesados en el reparto capaces de llenar pantalla y atesorar taquilla sólo con su presencia: George Clooney y Julia Roberts. A modo de thriller, combinando secuestro de rehenes y escaparate televisivo, su relato nos conduce a un famoso presentador que, en tono de gurú, especula sobre el mundo bursátil de Wall Street y adoctrina al espectador sobre la inversión en bolsa y los productos financieros. En realidad, un engaño fraudulento englobado dentro de otras esferas económicas norteamericanas con conexiones internacionales pobladas por tiburones sin escrúpulos.


Sin embargo, en pleno directo, un joven irrumpe en el plató para reivindicar una solución pública a los consejos teledirigidos que han propiciado su pérdida económica personal y familiar en las redes de las inversiones. Con los condicionantes de los especuladores financieros, el fracaso y la desesperación de los pequeños inversores, la actriz directora construye un trabajo cinematográfico demasiado domesticado, comercial y previsible, menos incisivo y sin auspicio alguno de un punto de mira en su narración. 


El visionado de "Money Monster" recuerda, salvando las distancias, a "Tarde de perros", que, haciendo gala de una modestia muy por encima, contiene mayor fuerza en todos los sentidos, tanto en lenguaje como en interpretación. Aunque las comparaciones son odiosas, este 'dinero monstruoso' me decepciona y aburre, carece de emoción y, ni tan siquiera, se salva el trabajo del actor o la actriz. Un quiero y no puedo en un relato plúmbeo, sin profundidad de campo, en tonalidades de telefilm y con una disculpa al gran poder: el dinero. Pretenciosidad, sin cuerpo ni alma: 'money, money'.