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Crítica: "Tortugas Ninja 2: fuera de las sombras", por Pelayo López

Si estás pensando en lo mucho que se parecen las tortugas marciales y los transformers robóticos pero no llegas a caer en la cuenta de por qué, la respuesta es sencilla: Michael Bay. Uno de los todopoderosos de Hollywood produce esta primera franquicia al tiempo que compagina esta faceta con la de director de la segunda saga, un combo alterno a ambos lados de la cámara que se traduce en looks parecidos y caracteres similares.


Por si no fuese suficiente la fusión de los caparazones duros y la colegiala Megan Fox, en esta ocasión se une al 'Green Club' nada más y nada menos que uno de los futuribles 007, otro superhéroe, el mismísimo 'Green Arrow' que, sin embargo, se ha dejado en Starling City su antifaz, el arco y las flechas, cambiando este pack al completo por otro lote compuesto por máscara, stick y puck de hockey, alineándose en su nuevo equipo como el 'Turtle Jason'.


Personajes a los que se suman referentes mutantes como Rhino & Jabato, crisis de identidad a pares y conflictos básicos en una trama ligera, provista de la persecución automovilística de turno y en un entorno de gravedad 'zero' e invasiones intergalácticas, que proporciona, básicamente, efectos digitales portentosos, entretenimiento a mansalva con un humor 'animal' y una espectacular inclinación de gran angular que define la percepción cinematográfica de un estilo visual. Y no falta, por supuesto, una de pizza... ¡Cowabunga!