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Crítica: "Buscando a Dory", por Javier Collantes

Disney-Pixar nos ofrece una secuela de "Buscando a Nemo" donde el personaje de Dory, un pez cirujano de color azul, busca a sus padres, con el condicionante de su escasa memoria que va y viene a modo de pleamar y bajamar, surcando los mares. Junto a Nemo y Marlin se lanza a una aventura que combina sus recuerdos, el ansia por llegar, buscar y entender, con un destino... Un instituto de vida marina en California, con ayuda de un pulpo, una ballena beluga y un tiburón corto de vista.


Con dichos personajes, esta película es un prodigio de color, sentimientos y aventuras que, sin ser superior a la primeriza, consigue (por momentos) un relato diseñado en pos del cine creado con arte. A pesar de tener algún que otro descenso en su ritmo, y sobre todo gracias a la utilización de notables diálogos, este film posee fuerza en determinados tramos, siendo su 'oleaje' argumental una entretenida gozada visual.


Acompañado por las excelencias de sobresalientes voces de doblaje como las de Anabel Alonso, José Luis Gil o Javier Gurruchaga, sus personajes consiguen un capítulo clave e importante en gracia y dicción. Una de las joyas de nuestro cine, el doblaje, elemento a veces menospreciado por algún sector cuando, en realidad, sustenta cierta parte de nuestra cinematografía. Dicho con todo el respeto a la versión original que, por otra parte, es necesaria en los registros de los propios intérpretes.


Como en muchos otros casos, las películas de animación superan (en muchos momentos) al cine de personajes reales por razones varias de narrativa, guión y cercanía al espectador, definición de la importancia relativa que, en muchos sentidos, tiene un género fílmico. Sin salirnos de océanos, mares y peces, "Buscando a Dory" resulta ser un film recomendable para quién desea ver y disfrutar de cine animado con calidad, que te sumerge pero no te ahoga en el mejor sentido del término acuático.