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Crítica: "La bruja", por Javier Collantes

Las historias de terror y/o apariciones se encuentran en un ámbito sensorial y psicológico, a veces, también real. De este modo, el cine ha creado un ambiente propicio que traspasa las barreras de la presunta lógica, visual y narrativa, en un alarde de situaciones fuertes y de miedo para el ser humano. Sobre la brujería existen muchos títulos, con sus aciertos y descensos en sus resultados finales. Ahora nos llega esta nueva apuesta con las connotaciones de las brujas de Salem, la cultura popular, los enigmas, las supersticiones, las leyendas y los misterios. 


En este nuevo caso, "La bruja" se decanta por una historia más interior que efectista, salvo en alguna secuencia y sobre manera en su parte final. Nueva Inglaterra, 1630, lugar donde habita un granjero inglés con su familia (mujer y cinco hijos), repudiados por su iglesia, abandonando el pueblo para establecerse en una zona llena de naturaleza, un terreno inhóspito con unas energías maléficas, presencias de tonos satánico, comportamientos extraños en los animales y las cosechas...


Uno de los niños desaparece y otro comienza a comportarse de manera extraña. Esta familia puritana ve puesta a prueba una fe que se tambalea, una devoción ajustada al miedo. Esta composición de un relato estremecedor en los comportamientos de sus protagonistas, horror y descubrimientos, crean un sinfín de reacciones en cada uno de ellos. Sin ser una excelente película, este film contiene una primera parte de presentación, sin falsos golpes de efecto, para trasladar su acción a una historia perfectamente ambientada en sus contornos, junto a una excelente localización, una buena fotografía y una notable dirección.


Todo ello, unido a las eficaces interpretaciones, conducen esta historia hacia un clímax demoníaco, con atmósfera y banda sonora adecuadas a su radio de acción. Oscuridad y presencias sirven la constitución de un entramado de viejas películas de la inquisición, superstición, creencias y, en definitiva, el mal en su máxima expresión. Un film irregular y descompensado, pero interesante en su concepto cinematográfico de la elevación al profundo pozo de las creencias de la soga del terror. En otros tiempos, Satán, el miedo, la culpa y la tremenda carga de la voracidad del pecado.