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Crítica: "Carrie" (2013), por Marta Ingelmo

Carrie (Chloë Grace Moretz) es una adolescente, víctima tanto del fanatismo religioso de su madre (Julianne Moore) como de las burlas de sus compañeros de instituto. El drama se torna en horror cuando la joven empieza a desarrollar poderes sobrenaturales que le harán vengarse, a lo grande, de todos aquellos que hacen de su vida una pesadilla el día del baile de graduación.


La novela de Stephen King, que creó este personaje, ya se adaptó para la gran pantalla, en 1976, bajo la dirección de Brian de Palma. El remake no tendrá tanta repercusión como la original, pero, aún así, la visión de su directora, Kimberly Peirce, me parece un acierto. Quizás los amantes del género de terror salgan del cine decepcionados, pero, para los que nos atraen más las historias y la dimensión de sus personajes, esta versión de Carrie es un regalo.


La película profundiza en el drama de una joven a la que acosan en el instituto y consigue trasmitir los miedos, dudas y los sueños propios de la adolescencia. Si Carrie no hubiera tenido poderes sobrenaturales, la película hubiera sido un drama perfectamente válido. Pero lo que consigue mantener la atención y la tensión durante toda la película es el gran trabajo de sus dos protagonistas.


La joven Chloë, esa dulce 'Hit-Girl' en "Kick Ass", se ha convertido ahora en una joven actriz que tendrá mucho que aportar a nuestro cine. Con su belleza original se come la pantalla y, en el papel de Carrie, lleva su talento al límite, hasta conseguir que nos enamoremos de un personaje que resulta ser un monstruo. ¡Qué decir de la siempre sobresaliente Julianne Moore!.


Su interpretación es la que eleva a la película a la categoría de terror. A mi se me encogía el corazón cada vez que la veía en pantalla. El tormento de su personaje y por lo que le hace pasar a su hija es también el mayor drama de la película, el que hace que suframos por la joven Carrie y que nos quedemos pegados a la butaca en cada encuentro de las dos.