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"La magia del cine de siempre", por Marta Ingelmo

En 1960, durante las fiestas de Santa Teresa, patrona de Ávila, se abría el cine Tomás Luís de Victoria en el centro de la ciudad. La apertura de un nuevo cine en esos años era un gran acontecimiento para una ciudad pequeña como ésta. El día de la inauguración había que proyectar una película a la altura de un día tan especial. La elegida fue "Los diez mandamientos", de Cecil B. DeMille. Probablemente, esa tarde, más de una de las ocupantes de la sala de butacas caería enamorada de Charlton Heston en el papel de Moisés que le lanzó al estrellato.
Así comienza la historia del que fue el refugio de los amantes del cine durante más de cincuenta años. Pero el año pasado, el descenso en el número de asistentes y la subida del IVA cultural hicieron que el cine cerrara. Ávila perdía así la única sala del centro de la ciudad, cediendo el escaso mercado a un multisalas del centro comercial de las afueras. La historia del Tomás Luís de Victoria llegó a dos distribuidores madrileños, José Gago y su hijo José Ramón. Estos dos amantes del cine de toda la vida pensaron que una capital de provincia como Ávila no podía privarse de tener un cine en la ciudad. Por eso decidieron tomar las riendas de esta sala y abrir un nuevo capítulo en su historia.
Conscientes de que el camino no será fácil han planteado una estrategia de negocio que marque la diferencia con lo que ofertan las grandes superficies. Reformado con una estética que homenajea a los grandes clásicos, el nuevo cine tiene la pretensión de convertirse en el refugio de los cinéfilos de la ciudad. Para ello proyectará películas que no entran en los circuitos más comerciales, algunas de ellas en versión original. Se revisarán también los grandes clásicos, sin olvidarse del gran público ni del cine infantil. Además la nueva sala pretende acoger pequeños festivales e incluso talleres de cinematografía.  Sin embargo, su mayor baza para hacerse un hueco en el mercado es el precio. El día del espectador la entrada cuesta 3,50 euros y la primera sesión de lunes a viernes 4. La entrada más cara será de 6 euros.
Con estos precios se podrán ver cada semana entre seis y ocho películas de cartelera que se intercalarán entre sus dos salas: la sala John Ford de 750 butacas y la Jean-Luc Godard de 340. A estas ventajas se suma el placer de asistir a las salas de siempre, de pasear por el centro de la ciudad y consultar su cartelera. Y en este caso incluso, de poder tomarse un café en su cafetería viendo los trailers de los últimos estrenos o leyendo, por ejemplo, el último número de la revista Vanity Fair. Experiencias así se pueden vivir también en otros como los Cines Groucho de Santander, los Golem de Pamplona o los Renoir de Madrid. En la era del 3D, todos ellos mantienen un público fiel. Son más cinéfilos que empresarios, quizás nostálgicos, pero que hacen posible que la magia del cine de siempre no se apague.