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Crítica: "La vida de Pi", por Marta Ingelmo

Con tres nominaciones a los Globos de Oro -incluyendo la de mejor película-, cinco a los Satellite Awards y en el top 10 de las mejores películas del 2012 según el American Film Institute, está claro que "La Vida de Pi" es una de las películas del año. Alabada por su espectacular fotografía y por un 3D que para muchos supondrá un antes y un después en la historia del cine reciente, yo me quedo con otra cosa: con la sensación con la que sales del cine.
Visto el tráiler promocional de la película pensé: 'sí, muy bonito y muy espectacular, pero ¿cómo se puede soportar el guión de una película con un chico y un tigre en un bote de madera?'. Desde luego, el señor Ang Lee sabía lo que hacía. La belleza estética del film funciona como un personaje más, guarda un mensaje, es tan bella que parece irreal. Y con esta idea juega toda la película.
Conocemos la Vida de Pi en tres partes: una introductoria en la que nos habla de su infancia en la India, la parte central que narra su increíble viaje con el tigre Richard Parker como único acompañante en un bote de madera, y una última en la que vemos a un Pi adulto que relata su historia a un escritor que pretende escribir su aventura. Así, la vida de Pi se convierte en una excusa para hablar de la Fe religiosa como una opción de vida, que esté apoyada en algo real o no, nos hace nuestro paso por el mundo algo más bello y amable.

Por eso alabo la estética de esta adaptación de la novela, que lleva el mismo nombre, y que parecía imposible de llevar a la gran pantalla. Reconozco que la experiencia 3D es tan satisfactoria como pudo serlo la de "Avatar". Pero me quedo con la sensación con la que sales del cine. Te han contado mucho más que una aventura, te están hablando del conflicto entre lo salvaje de la naturaleza y el humano raciocinio. Te están proponiendo una forma de vivir. Y de repente "La Vida de Pi" deja de ser una película de aventuras para convertirse en una fábula moderna, que aún días después nos seguirá haciendo reflexionar.