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Crítica: "Scream 4", de Wes Craven, por Pelayo López

Hace unos años, la saga de "Scream", creación conjunta a 4 manos entre 2 maestros del género como Wes Craven y Kevin Williamson, se despedía de la gran pantalla con las expectativas por todo lo alto, ya que la tercera entrega había sido capaz de mantener el espíritu inicial y la taquilla había respondido en igual medida al estreno de las 3 partes. Ahora, con la intención de reflotar la franquicia, se estrena una cuarta cinta que sigue siendo fiel a su estructura original y que, por tanto, responderá a la necesidad de los ya más adultos seguidores de las 3 primeras y a los nuevos fans que se enganchen con este 'reboot'. Por este motivo, y aunque no está de más haber visto los 3 primeros capítulos, es posible visionar este nuevo estreno sin haberlo hecho.

Sidney Prescott regresa a Woodsboro, 10 años después, con un libro sobre su experiencia bajo el brazo y la intención de promocionarlo. Sin embargo, una nueva serie de asesinatos con la firma de Ghostface inunda de sangre la ciudad y la vida de l@s protagonistas, entre ellos Dewey y Gale. Y, curiosamente, hemoglobina, es la que corre por el celuloide en mayor cantidad de lo habitual en la saga. Esta nueva entrega es la más sangrienta de las 4, aunque no le llega a la suela de los zapatos a títulos como "Saw". Esta otra franquicia, y las tendencias actuales del cine de terror en Hollywood, son otra de las características innatas que permanece en el metraje de la película. Con un tono desenfadado y algo gamberro, y con un sentido del humor muy peculiar, la cinta se despacha a gusto 'rebanando' todo tipo de 'remakes', 'reboots'... incluida ella misma, algo que, sin duda, la honra. Precisamente, desde su inicio, 'Scream', revitalizador en su día del subgénero 'slasher' de psychokillers carismáticos como Michael Myers o Leatherface que tuvo descendencia como "Sé lo que hicisteis..." del propio Williamson, ha sabido servirse de los clichés para jugar con el espectador a modo de trileros callejeros. Con mucha 'labia visual', salpicada de referencias cinematográficas y del típico 'abc' del género que se va cumpliendo 'de la a a la z', realizador y guionista ocultaron hasta el final la identidad del asesino en serie, circunstancia que vuelve a repetirse sembrando dudas siempre que es posible aunque, al final de la cinta, descubrimos que este hecho, en esta ocasión, se sostiene con alfileres.

Por un lado, por el propio germen de su carácter asesino. Por otro, porque el descubrimiento de su identidad resulta, cuanto menos, uno de los peores momentos de un guión que no se caracteriza, precisamente, por una sólida credibilidad y, fundamentalmente, por desaprovechar ocasiones de escenas como la fiesta en el granero o el parking subterráneo. Y eso que el inicio, demostrando una frescura creativa que se va perdiendo según avanzan los minutos, es prometedor. Cine dentro del cine, mezcla de 'realidad' y ficción. 'Scream' dentro de su alter-ego 'Stab' y viceversa al más puro estilo 'matrioska'. Siempre, además, con elementos familiares como el teléfono, los cuchillos... y, ahora, adaptándose a la revolución tecnológica con webcams que permiten un 'streaming' hábilmente insertado en la trama. En lo que se refiere al reparto, se unen supervivientes -una Neve Campbell irremediablemente sosa, una inexpresiva postoperatorio Courtney Cox y un inocente David Arquette que sueña a ser "Superdetective en Hollywood"- y nuevos rostros jóvenes como una Emma Roberts dulcemente arrebatadora, una Hayden Panettiere insinuantemente sexy, o un Rory Culkin, sí de los Culkin de toda la vida, sangrantemente cinéfilo. Además, cameos de nombres como Anna Paquin, Kristen Bell... Nueva entrega, nuevas reglas. La normativa se actualiza constantemente. Reinventarse o morir... aunque sea con un re-final de broma...