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Crítica: "Mi refugio", de François Ozon, por Ana González

Descubrí a François Ozon con “Bajo la arena”. Desde entonces no me he perdido ninguno de sus trabajos: unos con más aciertos que otros. Pero es de los que crean adicción. La preciosa y natural Isabelle Carré, correctísima actriz que cautivó en la “Lola” del gran Tavernier, pierde a su amante, me gusta esta palabra, por una sobredosis. Impresionantes las escenas donde los dos, enganchados a la heroína, buscan desesperadamente una vena donde poder chutarse. Con personas así de desesperadas, y con otras desesperanzas (hay muchas clases de droga), nos cruzamos todos los días.

Ella recibe la noticia de su muerte a la vez que la de su embarazo. Busca consuelo en la familia del amante perdido, pero encuentra rechazo ya que ese hijo representa lo que todos quieren olvidar. Se aísla en una casa junto al mar y, rodeada de una bellísima naturaleza fotografiada extraordinariamente por Mathias Raaflaub, es donde, a la vez que se desengancha, encontrará respuestas. Sin ella pedirlo, se instala en la casa Paul (Louis-Ronan Choisy), el hermano de su amante, con sus propios problemas: hijo adoptado, hermano no hermano, homosexualidad... Surge la empatía desde el principio: ninguno pregunta, se aceptan el uno al otro tal y como son. Sus lazos se irán estrechando tanto que, cuando ella tiene a su hija, encontrará en Paul a la persona adecuada para confiársela.

¿Y por qué Paul?. Porque es auténtico, y las personas auténticas no preguntan, ayudan. Un canto a la amistad comprometida. El es un correcto Paul; la cara de ella en sus diferentes momentos, lo mejor de la película. El cine es arte, y como tal tiene que producir sensaciones. François Ozon es un artista. Aviso: “Esta película esta basada en un hecho real...”. Bueno, es una broma, pero bien pudiera serlo...