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Crítica: "Mis tardes con Margueritte", de Jean Becker, por Ana González

Jean Becker, director de la preciosa película “Conversaciones con mi jardinero”, intenta llevarnos otra vez al huerto repitiendo esquema. Esta vez no lo consigue del todo. Toda la historia en su conjunto no llega a convencer, o lo que es lo mismo, no me la creo. “Mis tardes con Margueritte”, basada en la novela de Marie-Sabine Roger, nos cuenta la historia de cómo un hombre de mediana edad, bonachón, pero rudo en sus formas debido a una precaria educación, un día cualquiera, en cualquier pueblo, paseando por el parque, coincide con una anciana aficionada a la lectura. Rápidamente nace y se afianza una sólida amistad entre ambos. Se harán imprescindibles los momentos que pasan juntos. Ella enseñando, él aprendiendo, siempre a través de la lectura.

Germain (Gerard Depardieu) nos muestra el cambio que se va produciendo en él y en sus relaciones con los demás, gracias a los conocimientos que va adquiriendo. La película es más que esto. A Germain, le da tiempo de hacer una nueva amistad, seguir relacionándose con las antiguas, cuidar de una madre insoportable y tener una novia encantadora, Annette (Sophie Guillemin), una jovencísima y preciosa chica del pueblo bastante más culta que él. Quizá la relación menos creíble de la historia, él demasiado cincuentón y demasiado primitivo para ella... ¿O sí puede pasar? Me acuerdo cuando en la vida real de Depardieu, durante muchos años fue su pareja sentimental Carole Bouquet, una de las actrices más guapas y entonces tampoco pegaban cuando les veíamos en el papel cuché pero... Margueritte (Gisèle Casademus) está en la última recta de su vida y vive en una residencia de ancianos, aquejada de una enfermedad degenerativa ocular. Sabiendo que el final es la ceguera, encuentra en su amigo Germain la solución. El será quien después le lea sus amados libros. Una metáfora de la vejez. La vida se acaba con la muerte, pero mientras vivimos hay que encontrar soluciones a los obstáculos.

La película nos muestra épocas de la infancia de él (dicen los psicólogos que es en esta etapa donde se configura nuestra personalidad), que fue dura. Su madre le hizo creer que era tonto y como tal le trataban en su entorno. Cuanto más le machacaba su madre más la necesitaba. Esa amistad en la edad adulta le supone la recompensa a sus carencias. Margueritte es la madre que nunca tuvo, es la amabilidad, la dulzura, alguien que le escucha y le respeta... y hasta aquí puedo contar. Quedan muchas cosas que nos llevarán a un final excesivamente feliz para los tiempos que corren. La historia también transcurre demasiado deprisa para que nos de tiempo a familiarizarnos con los personajes. De todas formas, le doy las gracias a Jean Becker por recordarnos que hubo un tiempo (yo me acuerdo) donde sí podían ocurrir estas cosas. Nos daba tiempo a reconciliarnos con el pasado, vivir el presente y hacer planes para el futuro. En la vida no se puede dejar todo a la improvisación. Al igual que ocurre en el teatro, la improvisación esta muy bien... pero trabajada mejor. Imprescindible para los amantes de la lectura, los libros que en esta historia también son protagonistas: “La peste” de Albert Camus, “Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda y “La promesa del alba” de Romain Gary.

Sin duda, Depardieu es el actor idóneo para este personaje. Transmite buen rollo. Respecto a Guisèle Casadeus, sólo con que la cámara muestre su frágil figura y su arrugada cara nos quedamos con el personaje. Lástima que nos hayan metido en la cabeza una idea tan diferente de cómo vivir la vida. Somos cómplices del fracaso de todo un sistema (una reflexión mía).