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Crítica: "Una vida no tan simple", por Paco España

Con esta película del director navarro Félix Viscarret, el cine español nos muestra su mejor cara y nos entrega un film excelente, una historia vital y generacional de unos personajes que recuerdan a Treinta y tantos, aquella serie norteamericana que triunfaba a finales de los años 80 del siglo pasado, solamente que las problemáticas similares de aquella afectan ahora a personajes de cuarenta y tantos.


El protagonista es Isaias, interpretado por Miki Esparbé (El rey tuerto), un joven arquitecto en punto muerto. Su fulgurante comienzo profesional se ha visto truncado por una relación estable, con el personaje interpretado por Olaya Caldera (Hit), de la que ya no está seguro, con dos niños pequeños a los que tiene que llevar diariamente al colegio y soportar la mirada de censura de la profesora por llegar siempre tarde, al tiempo que se siente atraído por la madre de uno de los niños del colegio, interpretada por Ana Polvorosa (La piedad), y comparte su escasa actividad profesional con su amigo de promoción, un cuarentón que vive en una permanente adolescencia bohemia y que encarna Alex García (Antidisturbios). La película nos cuenta como son esos personajes. No es importante lo que hacen, que también, sino lo que son y lo que les lleva a vivir unas vidas con desencanto, sintiendo que sus expectativas no se han visto cumplidas, quizás porque esas expectativas no se correspondían a la realidad y no se daban cuenta de que la vida era aquello que les ocurría mientras intentaban buscar un sentido a ésta que no encontraban. Es de agradecer que el reparto se complete con excelsos actores que aparecen en dos secuencias, pero con una aportación muy importante para el desarrollo dramático, como son Ramón Barea (Cinco lobitos) y Julián Villagrán (El Ministerio del Tiempo). La película se ve con mucha facilidad, porque está en las antípodas del tedio, no provoca la risa pero sí la sonrisa en multitud de ocasiones y en otras provoca en el espectador, al menos en el que esto escribe, emociones muy intensas, como la secuencia en la que los dos amigos se miran mientras uno de ellos hace su habitual alarde de un nefasto aparcamiento, golpeando constantemente los coches de los lados.


Es difícil encontrar en el cine reciente una secuencia, una situación y unas miradas que describan con más fidelidad lo que significa la amistad sin utilizar ni una sola palabra. Una vida no tan simple, dirigida por Félix Viscarret -que ya nos dejó muestras de su calidad en su debut en el largo con Bajo las estrellas en 2007 y el pasado año con No mires a los ojos-, nos muestra que con una historia y un reparto excelentes se puede hacer una película imbatible.