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Crítica: "Un crimen argentino", por Paco España

En su línea habitual, Filmin nos da la posibilidad de ver títulos que no tienen una enorme cantidad de seguidores, pero tienen calidad, resultan interesantes y son difíciles de ver en ciudades con una escasísima oferta cinematográfica en salas, como es el caso de Santander. A excepción de Los Ángeles y Groucho, salas en las que se puede disfrutar de títulos alternativos no adjetivados como blockbuster o taquillazos, la estandarización de los títulos en centros comerciales en la ciudad es enorme, y solamente se pueden ver películas de superhéroes y sagas interminables con muchos efectos especiales. En cuanto a títulos españoles, solamente llegan las propuestas familiares en las que aparecen Santiago Segura, Leo Harlem y similares, que tienen su público -algo que me parece estupendo porque hacen disfrutar a sus seguidores-, pero creo que son todas tan parecidas que vista una, vistas todas. La llegada de otro tipo de títulos es tan escasa que la alternativa doméstica cobra más relevancia.


Volviendo a Un crimen argentino, es una propuesta que guarda cierto interés por varios aspectos. Se desarrolla en la Argentina de 1981, en los últimos estertores de la dictadura militar, de hecho da comienzo el día del asesinato de John Lennon en diciembre de 1980. Se basa en un hecho real ocurrido en la ciudad argentina de Rosario, la desaparición de un empresario y hombre de negocios turbios y la consiguiente investigación de la policía judicial, interferida por las injerencias militares.


La película comienza con las aterradoras palabras del genocida general Videla, que, con su propia voz, habla sobre su interpretación de lo que es un desaparecido. La ambientación de la época es magnífica en cuanto a vestimentas, coches, edificios y apariencias personales. Cuenta con el eficaz trabajo de sus tres jóvenes protagonistas: Nicolás Francella -hijo del popularísimo Guillermo Francella-, Matías Mayer y Malena Sánchez, y con auténticas estrellas argentinas de cine en papeles no principales, como es el caso de los bonaerenses Luis Luque (El robo del siglo) y Rita Cortese (La odisea de los Giles), además del rosarino Darío Grandinetti (Empieza el baile). Aunque la historia presenta cierta confusión en algunas situaciones por la profusión de personajes, algunos de ellos sin presencia física en la película, la ópera prima de su director, Lucas Combina, conserva el interés en la descripción de una época reciente y terrible de la nación argentina. Aunque la sigue muy de lejos por su inferior calidad, esta película sigue la estela de la magnífica Argentina, 1985.