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Crítica: "A hundred flowers", por Javier Collantes

Desde la perspectiva del cine, y por ende el sustrato de la vida, el séptimo arte es capaz de plasmar en imágenes la realidad de las 'cosas', con palabras y diálogos por ejemplo, pero también, incluso, con silencios. Infinidad de películas tratan el tema de las enfermedades, tanto psicológicas como físicas, con mayor o menor acierto, impregnando su desarrollo fílmico con el trazo del sentimiento más interior. A partir de este preámbulo, el título que nos ocupa, A hundred flowers, no sólo contiene estos bloques mencionados anteriormente sino que, además, consigue una profundidad de campo admirable en cada instante.


Dirigida por el cineasta japonés Genki Kawamura, en lo que supone su primera incursión en el largometraje, la ópera prima de este escritor, seguramente por esta misma condición al adaptar a este otro lenguaje una novela propia, resulta un relato cinematográfico tan sobresaliente como denso, una narración espesa que busca afinidad mediante una puesta en escena modesta. De hecho, incluso a pesar de algún sendero temporal irregular, su propuesta es notable, está filmada con rigor, de apariencia sencilla en cámara y, gracias a algún plano secuencia fundamentalmente, llena la pantalla de sensibilidad. Estas 'cien flores' nos muestran la historia de una mujer que comienza a experimentar el proceso de la demencia, su padecimiento en el trascurrir del tiempo, y la relación con su hijo, que recurre a los recuerdos de su madre sin abandonar la realidad, vivencias, abandono y reencuentro, todo en una capa de vista atrás.


Elementos como una fotografía excelente y una banda sonora notable reconfortan al espectador con un film en forma de melodrama con estética de cine clásico japonés, sin caer en el efectismo al uso a la hora de retratar una relación materno-filial, una historia con ritmo narrativo de hojas de libro, memoria, olvido, flores, fuegos artificiales... la luz en el devenir de las 'cosas'. Con extraordinarias interpretaciones, A hundred flowers es un film incesante, demoledor, un reencuentro en el cine por parte del espectador con el contorno de las vicisitudes de la propia vida, una exposición vital emotiva y sensacional.