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Crítica: "Una bonita mañana", por Javier Collantes

Los títulos de las películas suelen entregar, algunas veces, las claves sobre la situación en la que se proyecta la película de cara a la visión del espectador. Un título atractivo, 'sonoro', puede ser el inicio de un enlace entre el público y la película en cuestión. Una nueva sensación, en unas palabras, imaginación e imagen. Como siempre comento, a este ejemplo corresponde Una bonita mañana, título frase llena de esperanza en la primavera cinematográfica en torno a la que el espectador entrelaza su opinión, su gusto fílmico, o qué ha sentido en el devenir de una película cruda, esperanzadora, real, intensa. Una bonita mañana, dirigida por Mia Hansen-Love, es, en su contexto, un relato tan francés como universal.


La película es una historia llena de motivos reales sobre la enfermedad, el amor, el caminar para un encuentro, una historia llena de sensibilidad y dureza, pero también luminosa, una película narrada y filmada a golpe suave, crudo, en este estamento que es el cine en narración positiva. Este argumento de realidad nos traslada a París, ciudad en la que una mujer con una hija de ocho años vive con su padre que padece una enfermedad neurodegenerativa. Al tiempo que lucha por conseguir una residencia de ancianos decente para su padre, inicia un romance con un viejo amigo, una aventura seria, una relación, un presente y un futuro a través de enfoques vitales, una historia condensada en instantes, diálogos, luchas, 'idas y venidas', un pulso narrativo de drama intimista, autobiográfico, y ficción, en base a los recuerdos de la propia directora del film. Con una estructura desigual pero eficaz, la película, por momentos, resulta brillante.


Fundamentalmente, en su retrato de los afectos, la vejez, el sentido del cambio para llegar a un lugar interior, una mujer entregada al cuidado de su padre y de su hija cuya relación sentimental se debate entre dudas y posibles abandonos. Una bonita mañana es de esa clase de cine que tanto interioriza como exterioriza puntos de vista sobre unos personajes ricos en matices, complejidad puesta en escena con planos sencillos, palabras y hechos, mirada fotográfica y musical extraordinaria con un capítulo destacado en el talento interpretativo de la genial Lea Seydoux, un film notable sobre el camino de una mujer en vías de su recuperación interior, una meta, un destino, una mirada desde un puente de París hacia un horizonte de ilusión.