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Crítica: "El imperio de la luz", por Javier Collantes

El avance del tiempo, los recuerdos y las escenas que marcan la historia del séptimo arte se encuentran y permanecen en la sensación, presencia, un viaje llamado cine, en este caso a través de las salas. Todo cambia, mientras la esencia permanece, los cines, el patio de butacas, sin caer en la falsa nostalgia. El haz de luz en una pantalla grande, ceremonia que, a pesar de cambios y de plataformas con diferencias para ver una película, resulta, de momento, inigualable. Cine, Cine. Hemos visto muchas películas cuyo desarrollo proyecta un cine como protagonista. En esta ocasión, una sala de cine, como protagonista en fondo y forma, distribuye todo un espacio de sensaciones.


El imperio de la luz, film dirigido por el prestigioso cineasta Sam Mendes, nos presenta un film autobiográfico que, como Spielberg en Los Fabelman, se adentra en sus recuerdos y su familia. Mendes nos regala un film majestuoso, conmovedor, sin recargar sus tonos, una composición llena de virtudes cinematográficas desde muchos ángulos, en esencia con la posición de la cámara y sus planos, pero, sobre manera, su carga emocional en cada secuencia. El imperio de la luz es un romance, un drama, un canto al cine cuya distribución en guion, puesta en escena y emotividad, bien entendida, resulta una pequeña joya cinematográfica en cada segundo de su metraje. Directa, alejándose de la manipulación fácil del espectador, con trucos aparentemente sencillos, para derramar la falsa sencillez. Mendes consigue un ejercicio cinematográfico enternecedor, sublime por momentos, sin resquebrajar ningún vértice de la pantalla, tiene luz, como el propio titulo de la película, y se ve con verdadero interés. El imperio de la luz nos relata una historia ambientada alrededor de una sala de cine, en la costa sur de Inglaterra, en la década de los 80.


Una mujer vende entradas y golosinas, limpia la sala y se encarga del control en el cine. Problemas de salud mental, una historia de amor, cambios, trabajadores, el dueño del cine... de la mano de una factura técnica y puesta en escena sobresaliente, y unas grandes interpretaciones a cargo de Olivia Colman, Colin Firth y Toby Jones. Una época de crítica social, la década de conservadurismo de Thatcher, secuencias como la presentación de Carros de fuego, el racismo, la banda sonora (con las canciones de The Specials, The Beat, The Cure, Siouxsie and The Banshees...) transforman a El imperio de la luz, una película sobre el cine con escenas y diálogos memorables, un parque de atracciones al lado del mar, en una pieza de 'art déco' fílmico, una película sobresaliente que nos une más a las salas de cine.