script

Crítica: "El gran Maurice", por Javier Collantes

De nuevo, o por siempre, el biopic al uso acude a las pantallas de cine. Por momentos, resulta un género fílmico que desgasta, a través de imágenes, una figura relevante en la sociedad, y, a veces, sus consideraciones de vidas ilustres, respecto al terreno secuencial, son desgastadas por su propia impresión de tratar una unión entre espectador y el protagonista del film. Biopic, un género de líneas narrativas entre la admiración y la sorpresa.


A este ejemplo pertenece El gran Maurice, una película dirigida por Craig Roberts que, con su 'batuta' de cámara, nos ofrece un relato sencillo, con buenos sentimientos y con instinto de superación, consiguiendo los sueños de su protagonista. Con dosis de drama y comedia, el director consigue, para algunos espectadores, emocionar, sin embargo, para otros, se queda en un ejercicio de buenas intenciones. Filmada con tono suave, directa y entrañable, la película se queda muy lejos de ser notable. Basada en hechos reales, Maurice Flitcroft, un padre de familia que trabaja en una grúa en un pueblo inglés, sabe que, en una crisis económica, peligra su puesto de trabajo. Al ver en televisión un partido de golf, decide participar en el torneo del Open Británico... con una significativa desventaja, que nunca ha jugado al golf. Un argumento atractivo, interesante y que, en principio, crea expectación con su exposición vitalista y humor inglés, aunque no llega, le falta excentricidad, a los films de la productora Ealing británica de los años 40 y 50.


El considerado 'peor golfista del mundo' da pie a una película de excelente fotografía, llena de luz, acompañada de una notable banda sonora, y proyectando excelentes interpretaciones como la de Mark Rylance. El gran Maurice, un relato de perdedores y ganadores, sostiene sus cimientos en los sueños y el optimismo, pero carece de fuerza en sus secuencias, un film sin golpe certero, sin 'green', ni 'swing', ni par, una película que no llega al hoyo principal.