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Crítica: "As bestas", por Paco España

¡Qué bestias! Lo han vuelto a hacer una vez más. Después de películas tan especiales como Stockholm, Que Dios nos perdone, El reino y Madre; la serie Antidisturbios; e incluso el primer episodio de Apagón; el tándem compuesto por Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, éste último en la dirección, nos vuelve a poner delante de los ojos otra película excepcional. El cambio de género en esta producción hispano-francesa es sustancial respecto a sus propuestas anteriores. Tengamos en cuenta que hacer películas no es hacer piezas para coche, cada película es una auténtica aventura y esta pareja se ha ganado el derecho a fallar alguna vez sin perder un ápice del prestigio que acumulan. Esperemos que eso, si sucede, sea dentro de muchos años y muchas películas más adelante.


As bestas es un drama rural en el que un matrimonio francés lleva establecido dos años en un monte gallego, intentando poner en producción una pequeña explotación de agricultura ecológica. Entonces, una empresa energética de aerogeneradores hace una oferta a los nueve propietarias de las fincas donde quieren establecerse, incluida la de la pareja francesa, con la condición de que deben aceptar todos, ofreciendo por las tierras un dinero muy por debajo de su valor real. Un pequeño grupo encabezado por 'El francés' (Denis Menochet) no quiere vender, y otro más amplio -encabezado por Xan, el mayor de los hermanos Anta (Luis Zahera) junto con su hermano Lorenzo (Diego Anido)- de fuerte y prolongado asentamiento en ese territorio, sí quieren hacerlo para abandonar esa vida y marcharse a la ciudad. Ambos hermanos producen una inquietud similar a los lugareños de Deliverance, la obra maestra de John Boorman. No es nada frecuente que un actor se de a conocer al gran público a través de una sola secuencia y en esta película se juntan dos actores a los que les ha sucedió eso: Luis Zahera por su secuencia del balcón junto a Antonio de la Torre en El reino, de este mismo director, que le hizo ganador del Goya; y Denis Menochet, por la primera secuencia de la película Malditos bastardos, de Quentin Tarantino, junto a Christoph Waltz, quizás la mejor secuencia en la carrera del director de Tennessee.


Este conflicto entre los dos hombres se desarrolla en los primeros 90 minutos de la película, pero en los últimos 45 asistimos a otros conflictos diferentes, siendo los personajes femeninos los que llevan el peso dramático y el interés se mantiene intacto o incluso va en aumento. Las actrices que toman el peso son las francesas Marina Fois (Una íntima convicción) y la joven Marie Colomb (Les magnétiques). La música, a cargo de Olivier Arson, da de lleno en el estado de ánimo del espectador, potenciando la tensión del conflicto. A pesar de la prolongada duración de la película, cada vez que miraba mi reloj me decía 'por favor, que no se acabe', algo que me sucede con muy poca frecuencia, porque cada segundo de metraje tiene su sentido y su función dentro de un relato en el que cada personaje tiene su porción de razón y los argumentos para ser entendido, por muy opuestos que sean sus planteamientos.