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Crítica: "Un año, una noche", por Paco España

Isaki Lacuesta, desde que se diera a conocer en 2002 con Cravan vs. Cravan -un original documental sobre un original poeta boxeador de principios del siglo XX-, ha mostrado su predilección por películas fuera de los cánones standard de la industria cinematográfica con cortometrajes, videoclips y largos en los que el documental y la ficción se diluyen como pocas veces se ha visto antes. Ha sido ganador de la Concha de Oro en San Sebastián en 2011 con Los pasos dobles y en 2019 con Entre dos aguas, la continuación de La leyenda del tiempo, el título que le dio renombre en 2006. En 2016 estuvo invitado en el desaparecido Festival Nuevas Olas, dirigido por Isabel Giménez, en el que habló de la realización de su último título hasta ese momento, La próxima piel, un perturbador relato, protagonizado por Alex Monner y Emma Suárez, que me parece su trabajo más redondo y completo hasta el momento.


Ahora estrena Un año, una noche, el relato de una joven pareja, francesa ella y español él, que logran sobrevivir a la matanza de la sala Bataclan, escondiéndose en los camerinos, y la manera en la que cada uno de ellos procesa un hecho tan traumático: ella intentando continuar su vida con normalidad, como si nada hubiera pasado; y él dando un giro de 180 grados a la suya. Resulta curiosa la poca cobertura del cine francés sobre este importante suceso de 2015, siendo el largometraje de Lacuesta el primero que conozco, además del cortometraje, dirigido por Jose Luis Santos Pérez en 2016, Le vivre emsemble, sobre la repercusión que tuvieron los atentados en el sistema educativo francés, trabajo que tuvo un gran número de selecciones en todo el mundo, un buen puñado de premios y una total indiferencia en todos los festivales franceses en los que se presentó. En un momento de la película, los dos protagonistas discuten sobre lo que realmente estaba frente a los cañones de las armas de los terroristas de París: mientras él afirma que estaban personas de muchas nacionalidades y que se trataba de un acto de terror global contra una forma de vida, ella ratifica lo que expresó el presidente de la república François Hollande, en su discurso de fin de año, que se trató de un atentado contra Francia, una diferencia que provoca su distanciamiento y quizás explique el motivo por el que el país galo ignora las películas que tratan el tema, porque se consideran titulares y propietarios absolutos del drama que supuso.


La película, que es interesante, no muestra directamente la violencia del Bataclan, solamente las personas escondidas y el sonido de fondo de los disparos, algo ya bastante aterrador, que se van viendo en breves flashbacks durante el metraje, porque se centra en el proceso de asimilación de los protagonistas. Me hubiera gustado ver un algo más concreto y menos repetición en la plasmación de los sentimientos que llevan la película a los 130 minutos sin una necesidad real, porque hay momentos que me resultan cargantes, fatigosos e incluso confusos, como ese en el que da la impresión que Ramón, el protagonista, ha muerto en el atentado. Los intérpretes son Nahuel Pérez Byscayart (120 pulsaciones por minuto) y Noémie Merlant (París, Distrito 13), que realizan un notable trabajo. También aparecen, en breves papeles, Quim Gutiérrez (Amor de madre), Natalia de Molina (La maniobra de la tortuga), Enric Auquer (La vida padre) y un sorprendente C. Tangana que no desentona.