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Crítica: "La vida padre", por Paco España

Su majestad Carlos Elejalde Garay, más conocido como Karra Elejalde, ha llegado con su nuevo trabajo. Esta película, sin desmerecer al resto del elenco, vale lo que valen las apariciones de su protagonista, el actor alavés. Pero, de nuevo, nos encontramos ante un ejemplo más de algo que jamás debiera ocurrir en la presentación de una película, que el 100% de los momentos brillantes de la misma se encuentre en el tráiler promocional de la misma de tres minutos. Esto es lo que ha ocurrido con La vida padre, que en el tráiler que tuve la ocasión de ver la semana pasada estaba lo más interesante de la película, por lo tanto los 88 minutos restantes son una sucesión más o menos sumaria del desarrollo de un argumento que une esos momentos, pero cuyo interés es mucho más reducido a pesar de que el guion tiene la prestigiosa firma de Joaquín Oristrell.


La vida padre es una película que no molesta, se ve con agrado, porque además es lo que podría denominarse una película postal, en este caso de la ciudad de Bilbao, pero esto no es ningún demérito, también Vacaciones en Roma o Manhattan son películas postal de Roma y New York respectivamente y auténticas obras de arte. El gran Karra Elejalde viene acompañado por Enric Auquer (Quien a hierro mata), un actor cuya calidad ha demostrado con creces y con un futuro que augura mucha brillantez. En este caso es un actor catalán haciendo de un cocinero vasco y lo hace con credibilidad, aunque su personaje está deshilachado. A este se le añaden Megan Montaner (Señor, dame paciencia) y Lander Otaola (El cover), con un buen trabajo, como viene siendo habitual, en este actor vasco, al que acompaña otro grupo de intérpretes del mismo origen que siempre aportan calidad y buen hacer, tal es el caso de Maribel Salas, Gorka Aguinagalde o Santi Ugalde, a los que pudimos ver en la serie Allí abajo. La película es la primera dirigida por Joaquín Mazón, con una larga trayectoria en series televisivas como Cuerpo de élite, Allí abajo o Doctor Mateo, y trata de un prestigioso cocinero vasco que desaparece tras una trastada de sus hijos, que meten ranas en los platos cuando el restaurante cuenta con famosos comensales, entre ellos el Rey de España.


A consecuencia de ello, desaparece y es dado por muerto por su familia, pero reaparece 30 años después pensando que aún vive en 1990, lo que se denomina síndrome de Korsakoff, lo que provoca las situaciones cómicas por comparación de la situación del País Vasco hace 30 años y en la actualidad, situaciones que a más de uno no le harán ninguna gracia, como cuando ve a los comensales de una mesa y dice 'Esos son proeterras, no pagarán la cuenta', asumiendo así que existía un impuesto revolucionario generalizado de la banda. La película transcurre en los intentos del hijo de traer a su padre a la actualidad, no solo por hacerle recuperar la salud mental, sino también para que le pase la receta de la crema de erizos de mar, el plato estrella de la época dorada de su progenitor. La vida padre es una película que se ve con cierto agrado y que no ofende, pero está lejos de cotas importantes de calidad.