Las plataformas digitales nos bombardean constantemente con películas de temas oscuros, densos o que buscan incomodar al espectador. De vez en cuando necesitamos dar un descanso a nuestro cerebro y buscamos consumir películas un poco más ligeras, que nos hagan sentir bien y pasar un buen rato. A ese tipo de películas, creadas específicamente con ese objetivo, se las conoce como 'feel good movies'. En muchas ocasiones, nos topamos con títulos de este género que, con el propósito de entretener al público, crean una trama demasiado comercial, en algunos casos incluso vacía y carente de profundidad.
En el caso de Diecisiete, de Daniel Sánchez Arévalo, estrenada en 2019, el cineasta firmó una película para transmitir buenos sentimientos. Héctor, de 17 años, lleva dos interno en un reformatorio de menores. Interpretado por Biel Montoro, el joven presenta, según lo que se percibe, algo parecido al síndrome de Asperger o síndrome de Heller, aunque no lo aclaran durante el metraje. Por situaciones que no diré para no hacer 'spoilers', Héctor y su hermano mayor, Ismael, al que da vida Nacho Sánchez y que también lleva una vida un tanto complicada, emprenden un viaje en caravana, lo que crea una 'road movie' por medio de la cual conocemos más sobre la relación entre ambos y sobre sus vidas.
Diecisiete es una película simpática, una mezcla entre comedia y drama hasta cierto punto, tiene la medida perfecta de muchos elementos. La historia es tierna, pero no se permite caer en lo empalagoso o tirar de clichés al uso. Además, ofrece un humor sutil, haciéndonos reír sin llegar a la ridiculez. Los personajes cuentan con rasgos bien definidos, sin resultar, no obstante, estereotipados. Por otra parte, las líneas fueron interpretadas por los actores de una manera bastante clara y con muy buena dicción, lo que hace que se escuche con claridad y se mantenga al espectador enterado de lo que sucede en todo momento.
La película logra que simpaticemos desde el primer instante con el protagonista y, como curiosidad que se materializa también en este caso, es característico de Daniel Sánchez Arévalo el crear películas con sinopsis en torno a la relación entre hermanos. El director ha explicado en diversas ocasiones que nació por accidente en Madrid, pero, que por su padre, realmente siempre se ha sentido cántabro, por lo cual cobra total sentido que la mayor parte de la película haya sido rodada en los paisajes de Cantabria, algo que ya ocurrió también en su momento con Primos. El realizador confiesa que decidió rodar en Cantabria para tener una excusa y trabajar en el Norte.
Santillana del Mar, Cabuérniga, Cabezón de la Sal, Valdáliga y Torrelavega son algunos de los escenarios, y de la Asociación Protectora de Animales de Santander (ASPROAN) se recogieron los perros con participación en la película, ayudando a que éstos fueran adoptados. Oveja, el principal, fue adoptado por el actor Nacho Sánchez. Como muestra del impacto de los rodajes en otros sectores económicos, en Cantabria se ha diseñado una ruta cinematográfica por las localizaciones de Diecisiete, de la que se puede consultar AQUI toda la información.