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Crítica: "Ambulance. Plan de huida", por Javier Collantes

El cine como complemento a la cultura, más trascendental, también sirve para un puro entretenimiento, cine de evasión que, a veces, es necesario de ser visionado sabiendo que su fórmula consiste en entregar historias de acción, cierta emoción, incluso con la denominación de cine de clase B, C... o, simplemente, no se añade ni aporta ninguna letra al abecedario cinematográfico. A ese ejemplo corresponde Ambulance. Plan de huida, film dirigido por Michael Bay, cuya filmografía es puro 'blockbuster', 'palomitero' y de refresco, en línea con el espíritu de películas, entre otras, como La roca, Armageddon, Transformers... Ahora nos ofrece puro cine de adrenalina, persecuciones, policías, ladrones, un espectáculo que no engaña a nadie. Bay fiel a sus ideas de cine 'total', una película de marcado corte espectacular.


Ambulance. Plan de huida es un remake de una película danesa que, con menos metraje, sintetiza un impacto de acción. Esta vez, Bay extiende su duración a más de dos horas intentando dar más empaque a una película que consigue su propósito. Con un presupuesto de 40 millones de dólares, el realizador nos adentra en una 'road movie' persecutoria en la ciudad de Los Ángeles, donde un hombre desesperado por conseguir dinero para cubrir las deudas médicas de su esposa recurre a su hermano adoptivo, que le ofrece un plan para conseguirlo. El asunto consiste en robar un banco, un atraco aparentemente controlado, para posteriormente huir y secuestrar una ambulancia con una enfermera, un policía herido, rehenes, una salpicadura de disparos, ideas y cambios para salir libres.


Dentro de su estilo visual, Bay rueda con cambios de plano constantes y vertiginosos, torcidos e inclinados, planos aéreos y contrapicados... la esencia de un cineasta que se acopla a un guion histriónico, una dosis de humor, una banda sonora acorde, una fotografía saturada y un reparto (Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II, Eiza Gonzalez) simplemente eficaz. Ambulance. Plan de huida es, en conjunto, cine entretenido, sin profundidad, entre drones de última generación, el ultracontraste de imágenes de cámaras de lentes especiales con su 'disparo' de Panavision y diálogos muy básicos, el mejor trabajo de Michael Bay, una ruta de cine para aquellos que se manifiestan partidarios de las proyecciones de escape, cine para no pensar, y esta máxima, en todo su esplendor y dimensión con creces, se cumple.