El teatro y el cine siempre permanecen unidos por un mismo sendero, por un mismo sentido. Aunque sus formas escénicas son distintas, en el fondo son lo mismo: contar una historia con diferentes medios. El cine es, por instantes, en algunas películas, el modelo de teatralizar las imágenes en pantalla grande, un modelo utilizado por el séptimo arte como homenaje al teatro siendo partícipes sus secuencias en movimiento como otra manera de contextualizar sus relatos. El triunfo es un homenaje al teatro, una exposición de comedia y drama, vitalista y llena de humor. Dirigida por Emmanuel Courcol, nos narra una historia muy entretenida, sin olvidar las condiciones cinematográficas de a quién se dirige este 'triunfo'.
Con un buen pulso de guión, el film nos adentra en otro espacio, el teatro visto desde otra perspectiva. El relato nos presenta a un actor que suele estar en paro con mucha frecuencia y dirige un taller de teatro en un centro penitenciario. Sus componentes son un grupo de reclusos que ensayan para representar la obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett. A golpe de insistencia, busca realizar, con el tiempo, una gira fuera de la cárcel, una convicción y creencia tanto en él mismo como en los miembros del grupo, actores tan especiales como divertidos, sencillos y diferentes en muchos aspectos y carácter.
El llamado teatro del absurdo, entre confesiones expuestas con la condición del fuero interno, levanta el telón de este film y de su evolución sobre la esperanza, una película positiva y realista basada en hechos reales ocurridos en Suecia. Muy entretenida, combinando texto y sensaciones, y con magníficos valores existenciales sobre la superación, El triunfo, con más esencias de calidad de las apreciables en su apariencia presuntamente formal y con un final de apoteosis, es un título más que recomendable y conmovedor que suma muy notables interpretaciones de sus protagonistas y que puede recordar, salvando las distancias de lugar y tiempo, a un film emblemático como Alguien voló sobre el nido del cuco.