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Crítica: "El proyecto Adam", por Jesús Caro

El director Shawn Levy y el actor Ryan Reynolds vuelven a trabajar juntos después de Free Guy, estrenada hace menos de un año, en El proyecto Adam, cinta de ciencia ficción muy influenciada por el cine de aventuras juveniles de corte familiar que predominaba en los 80. En esa delgada línea que separa el plagio del homenaje cinematográfico, Levy presenta múltiples y constantes guiños a títulos tan populares como la saga de Star Wars, Regreso al futuro, E.T. El extraterrestre o El vuelo del navegante, para narrarnos la aventura de Adam Reed, quien viaja a través del tiempo, desde el año 2050, con el fin de esclarecer la desaparición de su amada.


Cuando la nave que pilota Reed tiene un fallo, 'aterriza' en el año 2022, donde se encuentra con su yo de 12 años. En sus más de 100 minutos de metraje, Levy hace un trabajo competente en lo que se refiere a escenas espectaculares, en mostrar el lado más emocional de los personajes (la difícil relación existente entre madre e hijo o asumir la pérdida de una figura familiar importante o romántica), tanto del Adam adulto, interpretado por Reynolds, como de su versión más joven, con un Walker Scobell sencillamente sorprendente, una pareja que desprende una gran química en pantalla.


Y es que uno de los pilares en los que se sostiene la cinta es en los actores, como Jennifer Garner y Mark Ruffalo, un actor todo-terreno que sabe hacer un buen trabajo en todo tipo de géneros. El proyecto Adam es un film de fácil visionado, complaciente, pero que no perdura en la memoria y cuyo efecto sorpresa es totalmente nulo. También tiene ciertos problemas en el tono general de la misma, y la transición entre distintos tipos de humor (chistes juveniles con otros más adultos) con el drama y la acción no puede decirse que sea sutil, pero aún así ofrece al público específico al que va dirigido un entretenimiento ligero, cine de evasión nostálgico.