Apenas ha pasado un año desde la última vez que se pudo ver a Batman en La Liga de la Justicia, de Zack Snyder... Ahora, Matt Reeves, máximo responsable de la cinta que me ocupa, se encarga no sólo de la dirección sino también de la producción y el guión (junto a Peter Craig) para construir una historia de orígenes influenciada por el cine negro y que no pretende contar la típica historia superheroica, sino que re-interpreta al famoso personaje del cómic en una suerte de thriller de intriga y suspense que, sobre todo en su primera parte de metraje, recuerda a films como Zodiac y, en especial, a Seven, ambos dirigidos por todo un experto en este género como es David Fincher.
Con ésta última, aparte de la ambientación y el desarrollo de la investigación, comparte el pesimismo que sus protagonistas. Este Batman, al principio, deja claro que su motivación es la venganza y, al igual que le ocurría al agente Somerset interpretado por Morgan Freeman, su carácter y visión sobre la ciudad y la sociedad en la que viven es tremendamente pesimista, especialmente en una ciudad de Gotham marcada por la corrupción, tanto a nivel policial como político, además de la mafia que la controla. Este Batman hace hincapié en el poder del miedo a la hora de ser usado como una de las armas más poderosas que se pueden utilizar, la figura que representa la oscuridad, que da esa sensación de terror, un ser perturbador encarnado con solvencia por Robert Pattinson al que le toca transmitir muchas emociones enfundado en el traje del hombre murciélago durante tres cuartas partes de la cinta y al que el rol de un Batman detectivesco, junto al personaje de James Gordon (encarnado con Jeffrey Wright) y con el que tiene muy buena química, le sienta realmente bien.
En el plano interpretativo, además de los nombres mencionados, destacar al sublime John Turturro como el mafioso Carmine Falcone, a un irreconocible Colin Farrell como El Pingüino, pero, sobre todo, a un Paul Dano como Enigma absolutamente inquietante y cuyos paralelismos con la figura del protagonista son de lo más interesantes: ambos son personajes marcados por un suceso del pasado que les tortura, además de marcar la delgada línea que separa el bien del mal. Las tres horas no pesan, pero quizás con menos minutos y algún detalle a pulir hubiese ayudado a un resultado aún más redondo y satisfactorio en este retorno oscuro, serio y fuertemente realista del hombre murciélago.