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Crítica: "Un pequeño mundo", por Javier Collantes

El cine ha contado innumerables historias de toda índole, pero si existe un 'mundo' especial, o mejor dicho un 'universo' potente y diferenciador del resto, es, sin duda, el espacio de la infancia, el cuadro de la niñez, la mochila y los recuerdos que marcan, en gran medida, al ser humano. A un ejemplo vibrante y extraordinario corresponde Un pequeño mundo, un film con el que, con un titulo tan significativo, Laura Wandel, debutante con su primera incursión y en su puesta de largo, nos ofrece un relato impresionante en valores fílmicos, pasando a relatarnos unas vidas que se retratan en cada segundo del metraje (72 minutos), del que nada sobra y seguramente nada falta.


Un pequeño mundo nos cuenta la entrada de Nora en primaria, con lloros y sollozos por no querer dejar a su padre e ir al colegio. Nora después descubre que su hermano mayor, Abel, sufre acoso y ella se debate entre contar a su padre la situación o la necesidad, por orden de su hermano, de guardar silencio porque él necesita integrarse con los demás a pesar del abuso que sufre día a día por parte de alguno de sus compañeros. Con este descomunal argumento, la realización por parte de la directora es magnífico, sobrecogedor, te deja sin palabras, con una cámara en mano a la altura de la niña y los rostros de los personajes en el patio de recreo y el aula para mostrar en plano secuencia la exactitud de las sensaciones, el dolor, el miedo, el sufrimiento... cada imagen resulta brutal y cada instante es una obra de arte desde el punto e vista cinematográfico.


Momentos de arrojo y discusiones, hermanos que desean estar y no ser olvidados... un grito desgarrador con un final extraordinario más allá del propio lenguaje cinematográfico. Con una sublime interpretación como Nora por Maya Vanderberque, acompañada por Günter Duret como Abel, Un pequeño mundo entrega una de las esencias del cine, la mirada, desde una construcción casi documental, para salir de la sala tan sorprendido como con sensaciones hipnóticas de haber visionado una película que une al espectador con la pantalla, tan conmovedor como necesario de ser visto por todos (público en general, profesores, educadores, colegios...), una bocanada de cine sobresaliente.