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Crítica: "Madeleine Collins", por Javier Collantes

Existen película difíciles, extrañas, y, a su vez, casi al mismo tiempo, se dibuja, en cada instante, algo distinto que confiere al film una dimensión de película participativa, un ejercicio de cámara fina donde el espectador se encuentra en el devenir de sus personajes, salpica y no deja indiferente. En definitiva, cine teatral cuyas dimensiones son más extensas que su apariencia. A este caso se corresponde Madeleine Collins, cine diferente que lleva a otros enclaves de la mente humana. Dirigida con acierto y firmeza en cada plano y secuencia, Antoine Barraud no otorga a la cámara estridencia alguna, aquí su contorno entra de lleno en la mirada de sus personajes.


Sin excesos, conteniendo la realidad de su historia, Madeleine Collins nos ofrece un relato apasionante, distinto, que, a modo de mosaico en piezas, resulta cautivador, una historia en la que una mujer, Judith, lleva una doble vida entre Suiza y Francia. En un país, mantiene una relación con un hombre con quien está criando a su hija en común; en el otro, otra con un hombre con quien tiene dos hijos. Paso a paso, este peculiar equilibrio de mentiras y supuestos viajes se va resquebrajando ante el descubrimiento de la verdad. A partir de este argumento, el film muestra los problemas de identidad de una mujer, los cambios mentales, sus crisis, el encontrarse a si misma, y tanto el comienzo como el final resultan sorprendentes.


Película de suspense distinto, aclara la fortaleza de un ser humano pero también la línea de la fragilidad, y todo se completa con gestos, miradas y diálogos, un puzzle de artesanía fílmica, cine de autor de antigua índole, una historia apasionante, enigmática, brutal, dulce en su rostro, descontrolada en sus actos, con un excelente nivel interpretativo a cargo de la destacada Virginie Efira, el español Quim Gutiérrez y la aparición de la sublime Jacqueline Bisset. Madeleine Collins es una notable película dentro de las llamadas cine modesto, pero intensa y puro arte fílmico en el conjunto de todos sus elementos que deja huella en un final con frase lapidaria.