En El último duelo, Ridley Scott, prestigioso cineasta por sus diversas aventuras en sus films de variantes humanistas, nos ofrece un drama humano sobre conductas y comportamientos, y su opresión por fuerzas de ciertos poderes, basado en hechos reales e inspirado en el libro The last duel: A true story of trial by combat in Medieval France, una historia ambientada en la Francia del siglo XIV y protagonizada por Marguerite de Carrouges, una mujer que declaró haber sido violada por el amigo de su marido. Al no creer la versión de este hecho, su marido, Jean de Carrouges, decide retar en duelo a muerte a su amigo, ahora rival Jacques Le Gris. Sucedió en 1385, en un monasterio de París, contando con la presencia del Rey de Francia Carlos VI y su esposa y un gran número de miembros destacados de la Corte.
Cabalgando entre traiciones y venganzas, y a partir de tres perspectivas diferentes, las connotaciones fílmicas descansan en el film Rashomon, de Kurosawa, para retratar un cuadro de misoginia medieval, un retrato de una época con pinceladas de cine feminista, con toda la razón pero sin fuerza en muchas de sus secuencias. El último duelo, con guión de Matt Damon y Ben Affleck, nos deja una sensación de vacío, por instantes impostado, destacando su puesta en escena, su ambientación, vestuario y diseño de producción que, en su subrayado de tres actos a través de alterar la secuencia cronológica y en un salto hacia adelante en el tiempo para después volver al presente de la narración, no convence. Tres puntos de cámara, tres defensas que denotan un film de diseño sobre el vasallaje, el poder del clero y la realeza.
Reconociendo la alternancia certera de planos cortos y largos, el aspecto más interesante de la película radica en los registros interpretativos de su reparto, un elenco convincente, en especial Jodie Comer, seguida por la inquietante presencia de Adam Driver, el gesto de Matt Damon y la aparición de Ben Affleck. A pesar de su excelente fotografía y una veterana dirección aceptable, El último duelo no logra convencer, en buena medida por su propia estructura narrativa, endeble, pero, fundamentalmente, por su ritmo lento, un avanzar del metraje que termina en el marco esperado de un duelo, eso sí, de cartón piedra, más un epílogo de anuncio publicitario tan débil como innecesario, una película, por momentos vacía, en la que sólo prevalece la calidad y la fuerza de una mujer, un duelo de cine con poca fortuna.