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Crítica: "Damas de hierro", por Javier Collantes

Algunas cinematografías destilan un nuevo aire en su exposición de historias y narraciones que solamente pertenecen a un nuevo sentido del estado de las cosas, conformando una situación que se corresponde al país donde se desarrolla la acción y conservando las verdades universales. A este ejemplo pertenece Damas de hierro, película de Finlandia dirigida por Pamela Tola que, con una habilidad peculiar en su apuesta narrativa, describe en su relato una especie variante de Thelma y Louise, una respuesta total a través de un viaje total.


La historia está protagonizada por personajes femeninos con tonos, por momentos, almodovarianos. Damas de hierro comienza con una mujer de 75 años que planea enterrar a su marido, al que ha matado con una sartén, en el jardín de su casa. Cuando percibe la gravedad del asunto y sus consecuencias, se lanza a un viaje con sus dos hermanas para huir y (re)componer su vida. Aventura hilarante de humor muy oscuro, por momentos extraño, su dirección e interpretaciones conservan un tono reivindicativo, feminista, en torno a la desesperación, los recuerdos, sus relaciones, la vejez y el paso del tiempo... a partir de diálogos prodigiosos en boca de unas fugitivas de si mismas.


Sobre los cimientos de unos personajes íntegros, la expresión de unas interpretaciones realmente fascinantes y las diferentes tonalidades del sentido de una comicidad propia, Damas de hierro avanza, desde la toma de contacto entre hermanas, gracias a secuencias que cabalgan entre la extrañeza y la sonrisa de unas mujeres que no desfallece en su espíritu fílmico de sinceridad aplastante, un film, por instantes demoledor, con el paralelismo de los discursos y mensajes de lenguaje cinematográfico y social consolidados en base a su hierro forjado.