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Crítica: "The owners (Los propietarios)", por Javier Collantes

El género cinematográfico del denominado suspense, terror, intriga y demás componentes, ofrece, en cada una de sus partituras, una esencia de los fondos en el espacio del miedo, sorpresa, variaciones, sobre el aspecto siniestro de algún ser humano. Una clase de cine compuesta en el prodigio aterrador de sus historias, películas que avanza otro sentido de miradas cavernosas.


A dicho ejemplo se corresponde The owners (Los propietarios), una película dirigida por Julius Berg en la que se perciben sus tonos televisivos pero en la que no desmerece su notable labor, una coproducción de Reino Unido-Canadá que, en su ritmo narrativo-teatral, y en un escenario aparentemente maravilloso y por instantes siniestro, con un humor corrosivo, ofrece un resultado excelente.


The owners (Los propietarios) describe, con la esencia del cine anglosajón, una Inglaterra rural, a principios de los años noventa, donde dos amigos de la infancia, Nathan y Therry, son casi inducidos por un colega sociópata local para robar la caja fuerte de los Huggins, la mansión que habitan un médico de avanzada edad y su esposa aunque la novia de Nathan está en desacuerdo con el plan.


De forma circunstancial, sin embargo, se implicará. Con una adaptación de la novela gráfica Une nuit de pleine lune, su sentido es tremendo con secuencias frenéticas y delirantes que nos entregan una auténtica pesadilla, con toques violentos, sádicos, impactante y brutal, consigue entretener en una inmersión de espiral en el giro de unos psicópatas en una mansión de aparente normalidad.


Con buen pulso y la credibilidad de un reparto en el que destaca Maisie Williams (Juego de Tronos), The owners (Los propietarios) es una pequeña pieza aterradora en la que sus personajes se mueven por el devenir de la sorpresa y sobre la máxima de que nada es lo que parece, un enrevesado y vigoroso film gótico y efervescentes y enigmáticas tiralíneas del pavor, malicia con estilo.