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Crítica: "Loco por ella", por Paco España

Hay ocasiones en las que ves una película que, reconociendo que no es una obra maestra y que no pasará a los anales de la historia del cine, tiene los suficientes aciertos en su realización como para disfrutar de ella como un gorrino en mitad de una charca de barro y, además, suele convertirse en una película que permanece en el recuerdo y cada vez que te la encuentras casualmente en televisión no puedes resistir verla de nuevo, por aquel añorado momento en el que disfrutaste con su primer visionado. Por ejemplo, a mi me ocurre, entre otras, con las películas francesas Salir del armario, de Francis Veber, y La familia Belier, de Eric Lartigau, y también con Airbag, de Juanma Bajo Ulloa... y mucho me temo que Loco por ella va a incorporarse esa lista por el magnífico rato que me hizo pasar viendo las peripecias de sus personajes.


La premisa de esta película, que puede verse en Netflix, no es original. Un periodista ligón, totalmente creído de sus poderes de seducción irresistibles, conoce una chica que sólo quiere estar con un tío una noche para echar un polvo y no volverle a ver, el plan ideal para un seductor alérgico al compromiso. Todo ello ocurre en una noche: gamberrismo, sexo y ternura, pero, cuando la chica desaparece, él se da cuenta de que está colado hasta las trancas y no sabe absolutamente nada de ella, hasta que, por una casualidad (de guión necesaria), encuentra en la chaqueta de la chica con la que se quedó (también de guión), la etiqueta con su nombre y el de una residencia psiquiátrica donde parece que la puede encontrar.


Dani de la Orden ha dirigido otras comedias como Hasta que la boda nos separe o El mejor verano de mi vida, alejadas de la vulgaridad, con buena realización, pero sin encontrar ese punto que añade valor extra a una película, siendo Litus su mejor trabajo hasta el momento. Loco por ella tiene la buena realización habitual del director y cuenta con un casting excepcional. Los dos protagonistas Alvaro Cervantes (Adú, Los últimos de Filipinas) y Susana Abaitua (Cuatro latas, serie Patria, cortometraje Ferrotipos), son dos de los intérpretes jóvenes con más proyección actual. Encarnan el claro ejemplo de lo que significa la química en una pareja romántica en el cine. También aparece el enorme actor gallego Luis Zahera (Goya por El reino) poniendo en contrapunto cómico, dramático y humano, protagonizando una subtrama con la que, si no eres de piedra, puedes soltar alguna lágrima.


Todos los personajes tienen su actriz y actor con un nivel enorme de competencia aunque solamente tenga una frase o secuencia, tal es el caso de Ferrán Rañé como el médico sin escrúpulos o Eduardo Antuña como el interno sin memoria, aunque también merecen ser mencionados Aixa Villagrán como la enamorada portadora del Síndrome de Tourette, Clara Segura como pétrea directora del centro y Albero San Juan como impresentable director de la revista. Se agradece que, aunque se trate de una comedia, su resolución no se quede en el consabido 'fueron felices y comieron perdices' y deje abierto el árido camino que les espera a las personas enamoradas con una enfermedad mental de por medio, porque como dice uno de los personajes 'la sociedad espera que el enfermo mental se comporte como si no lo estuviera' y eso hace vislumbrar las dificultades del camino.