Ya está aquí. Por fin se ha materializado de manera íntegra la visión del director Zack Snyder sobre el famoso equipo de superhéroes de DC Comics. Sin entrar en detalles acerca de toda la historia que hay detrás de la realización de esta versión, porque me eternizaría casi tanto como la duración del film en cuestión, esta cinta de casi cuatro horas de duración (estructurada en 6 capítulos y un epílogo) desprende por todos sus poros una autoría cuasi-inconfundible de su director al trasladar material perteneciente a novelas gráficas o cómics al celuloide.
La apuesta de Snyder es totalmente clara: planos estéticamente cuidados, muchísimo uso de la cámara lenta, elevación de la espectacularidad del relato en cuestión al máximo nivel (no sólo en referencia a sus escenas de acción) con una intención de trascender en cada plano y al mismo tiempo sin perder atención a los conflictos personales y emocionales de sus protagonistas (muy presente el mensaje de sobreponerse a la pérdida de un ser querido y al llamamiento de unidad y la aceptación de la diversidad de los integrantes de este equipo).
La historia está mejor estructurada que las 'anteriores entregas' de este universo cinematográfico (e infinitamente superior a la cinta estrenada en 2017), mucho más rica en detalles, información, presentación de personajes como los de Flash, Cyborg o uno de los villanos de la función Steppenwolf; otros mejor definidos como Batman, Aquaman, Wonder Woman y, sobre todo, agradecer más presencia de grandes actores como Jeremy Irons y Amy Adams capaces de captar la atención absoluta en cada una de sus apariciones en pantalla.
Para bien o para mal, La Liga de la Justicia (de Zack Snyder) es oscura, altamente dramática sin apenas (casi ningún) alivio cómico y los escasos momentos que podríamos denominar como tales son muy superficiales, épica hasta niveles inalcanzables, con personalidad propia y con un buen ritmo narrativo que nos ofrecer toda una experiencia cinematográfica completa para nuestros sentidos.