Una de las mayores sorpresas en las nominaciones a los premios Goya de este año ha sido la irrupción de esta pequeña película, Akelarre, de Pablo Agüero, que se ha colado con nueve de ellas, incluido el de mejor actriz protagonista para Amaia Aberasturi (Vitoria 3 de marzo), que representa un mérito importante al competir con los trabajos de las enormes actrices Candela Peña, Kivi Mánver y Patricia López Arnáiz. La película sitúa la acción en el País Vasco, en los primero años del siglo XVII. Un juez de la Inquisición, interpretado con su habitual habilidad para construir personajes con una carga de perversión por Àlex Brendemühl (7 años), llega al pequeño pueblo, aprovechando que todos los hombre están en la mar en labores de pesca, ya que las autoridades religiosas locales han comunicado al rey un posible caso de brujería durante una fiesta y baile que las mujeres más jóvenes de la aldea han realizado en el bosque.
Las ficciones basadas en las actuaciones de la Inquisición siempre resultan espeluznantes, pero más que por las horribles torturas que propiciaban a sus víctimas por el abuso de poder en busca de relevancia jerárquica y social de los denunciantes y la búsqueda de una presunta limpieza moral en un alarde de perversión de los ejecutores. A pesar del buen trabajo del actor catalán, los prejuicios del espectador pueden hacer que se le vea demasiado joven y bien parecido para interpretar a este juez que representa la maldad, aunque ésta frecuentemente pueda estar rodeada de belleza. En una situación de semejante abuso, la única arma que tiene el más débil es hacer un intenso uso de su inteligencia.
En el grupo de seis mujeres, Ana es la que tiene más claro cuál es su situación y qué es lo que busca este acosador vestido de inquisidor, por lo que decide seguirle el juego hasta ponerle 'palote' y tener la ocasión de ser, de alguna manera, libre junto a sus amigas. La película se desarrolla dentro de una partida intelectual en la que se nivela la enorme desigualdad de poder entre los dos personajes. Akelarre no representa una sorpresa, ya que su planteamiento es conocido y presenciado en otras ocasiones, pero tiene una factura impecable y unas interpretaciones muy destacadas, porque, además de los mencionados, nos encontramos a Daniel Fanego (La verdad) con una imagen bastante más cercana a la que tenemos de un personaje de la Inquisición. Además, esta película, junto con Ane, de David P. Sañudo, y Baby, de Juanma Bajo Ulloa, hace que la cuota de cine vasco en la entrega de los próximos premios Goya sea muy notable.