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Crítica: "Ofrenda a la tormenta", por Paco España

Debido a la pandemia, esta película, que tenía previsto su estreno en salas de cine el 27 de marzo, finalmente lo ha hecho cuatro meses después, pero en la plataforma Netflix. Con ella se da por finalizada la trilogía cinematográfica, denominada del Baztán, basada en las novelas homónimas de la escritora donostiarra, y Premio Planeta, Dolores Redondo, que había comenzado con El guardián invisible y El legado de los huesos, todas ellas a mayor gloria de su protagonista absoluta, Marta Etura. Ofrenda a la tormenta, de Fernando González Molina, hace gala de los mismos defectos y las mismas virtudes que sus predecesoras.


En cuanto a éstas últimas, queda manifiestamente claro que la ambientación, el diseño de producción, la dirección artística, la iluminación y la dirección de fotografía son espléndidas, desplegando un virtuosismo visual en cada unos de sus planos muy difícil de mejorar. Pero una película no es una sucesión de planos magníficamente diseñados y fotografiados, también es un cúmulo de otras circunstancias, como un ritmo adecuado, el cuidado de la verosimilitud de la secuencia en particular y de la historia en general, una capacidad de síntesis notable que no permita la existencia de secuencias inútiles para el desarrollo de la historia, ni tampoco reiteradas ni repetitivas.


Se supone que las películas se hacen para personas inteligentes, al menos en su gran mayoría; y, sobre todo, la coherencia entre todos los elementos que componen la película. Pero, en todos éstos últimos aspectos, la película falla, o, lo que es lo mismo, la adaptación del guión y la dirección son sus aspectos menos afortunados. Al espectador que le hayan gustado las dos primeras entregas, también le gustará esta tercera, y, al que no le hayan gustado, seguirá sin gustarle, porque es lo mismo pero con todos sus aspectos potenciados.


Una película que tiene unas características técnicas excelentes pero que falla en el ritmo, en el desarrollo de la historia y que no aprovecha las capacidades artísticas de sus intérpretes, como pasa aquí -ya que cuenta con profesionales de la calidad de Susi Sánchez, Elvira Mínguez, Pedro Casablanc, Ana Wagener, Marta Larralde, Álvaro Cervantes, Itziar Aizpuru o Francesc Orella-, para personajes prácticamente anecdóticos y sin desarrollo vital, además del vergonzoso tratamiento del previsible personaje interpretado por Leonardo Sbaragalia, es básicamente una mediocre y fallida película, como pienso de Ofrenda a la tormenta y sus dos predecesoras.