Para no dar lugar a dudas, La boda de Rosa, de Icíar Bollaín, me ha parecido una estupenda película, repleta de emotividad y de análisis social, al tiempo que divertida, especialmente en su tramo final, y portadora de excelentes trabajos interpretativos. No es la primera vez que estas buenas sensaciones me asaltan tras ser espectador de una de las películas de esta realizadora madrileña, ya me ocurrió con Flores de otro mundo, Mataharis, Te doy mis ojos, También la lluvia, El olivo y Yuli. Lo cierto es que se está construyendo una sólida carrera con títulos de innegable interés y calidad. Rosa, el personaje principal de esta película -interpretado por un huracán categoría cinco llamado Candela Peña en su tercera colaboración con la directora-, es uno de esos que todos conocemos y que sirven como andamiaje sustentador de todos los círculos en los que están: la familia, las amistades e incluso el laboral.
Se suele dar el caso, en el entorno del trabajo, que si alguien es muy competente en su labor tiene menos posibilidades de ascenso, ya que su sustitución resultaría complicada, algo tan injusto como real. Pero en los entornos familiar y de amistades ocurre algo parecido. Si una persona es muy competente y dispuesta, puede ser la cuidadora permanente de enfermos, mayores y niños, la que se encarga de las mascotas y de las plantas cuando sus dueños están de viaje y de otras muchas funciones que van surgiendo sobre la marcha. Pero esto tiene un riesgo, que es el hartazgo y el 'hasta aquí hemos llegado' de esa persona y cuando eso ocurre el terremoto está servido. Esto le pasa a Rosa y su entorno cuando ésta decide llevar las riendas de su vida al margen de lo que piensen los demás y toma una ingeniosa decisión.
En las últimas películas de la realizadora, su guionista ha sido Paul Laverty, habitual de Ken Loach, pero en esta ocasión solamente aparece en los agradecimientos ya que el guión viene firmado por la propia directora y por Alicia Luna, responsable de guiones de la calidad de Pídele cuentas al rey, Te doy mis ojos o La vida empieza hoy. Se nota la diferencia, ya que con Laverty los mecanismos de guión eran impecables, pero con Alicia Luna sus personajes son más espontáneos, a la vez que humanos, y las tramas secundarias tienen una gran potencia y profundidad.
Todo ello en conjunción con un reparto muy acertado, encabezado por la citada Candela Peña y siguiendo por Nathalie Poza, la actriz alquimista, ya que todo personaje que toca lo convierte en oro; Sergi López en un papel muy habitual suyo, pero que rinde a la perfección; Ramón Barea, un veterano actor vasco que mejora cada secuencia en la que aparece; además de la joven Paula Usero, a la que vemos todos los días en Amar es para siempre, la serie de Antena 3, que se encarga de un personaje muy importante, pero más contenido que el resto, al que saca un enorme rendimiento. La vida de Rosa, aunque toca temas importantes como las relaciones familiares, la pérdida, el alcoholismo, también es una película para sentirse bien o, como dicen los anglosajones 'A feel-good movie' y lo logra hasta que se encienden las luces de la sala y la proliferación de máscaras faciales nos lleva de nuevo a la cruda realidad.